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Sin flash

La campaña de abril

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Confundir políticos presos con presos políticos puede llevar a ver el final del juicio como Juicio Final. Demasiados han olvidado la Transición (o no la vivieron) mientras otros la tergiversan para volver a las andadas. Historia de buenos y malos. Duelo a garrotazos. Desenterrar rencores siempre beneficia a alguien y perjudica a todos. La ruptura del consenso pugna por imponerse a la reforma arduamente conseguida. Poderosos intereses en la sombra mueven los hilos.

Como en la llamada «primavera árabe», no es recomendable confundir el anhelo de libertad con el vacío de poder. Muchos no respetan la Constitución y se creen con derecho a ignorarla. Anteponen emociones profundamente arraigadas. La voluntad del pueblo sin cortapisas legales, tan en boga últimamente, es la base de todo linchamiento. Mucho demócrata de voto y boquilla, más que de respeto a la ley y tolerancia. Alguien se beneficia de la división, azuzando extremismos, como ha sucedido en el Reino Unido, donde la mitad de la población culpa a la otra media de todos los males venideros.

Ya no votamos partidos sueltos; votamos coaliciones. No votamos programas; nos asustan con la llegada al poder de los otros. No votamos; vetamos. No hay bipartidismo pero sí dos opciones claras sobre la mesa. De la mayoría absoluta hemos pasado a la mayoría absolutista. La ciudadanía está polarizada. ¿Quién la despolarizará? Si no hay milagro, la incertidumbre seguirá.

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