No han sido capaces de ponerse de acuerdo. Les queda la última oportunidad de septiembre donde, en teoría, sería absurdo que se pusieran de acuerdo cuando en julio tenían los mismos mimbres que van a tener en septiembre.
Puestas así las cosas, lo más acertado es ir pensando en nuevas elecciones donde todo es imprevisible o muy previsible, según se mire. Puede suceder incluso que los electores manden a su casa a unos políticos más cansinos que un collar de melones, que generan muchas dudas sobre su capacidad para ponerse de acuerdo ante un problema serio y global como pueden ser por ejemplo las pensiones, cuando ni siquiera a la fecha de hoy no han sido capaces de formar un gobierno.
Pero lo que da que pensar es que unas nuevas elecciones no son el elixir que les libre del bucle en que están atrapados. Tampoco van a pretender ustedes que sean los votantes quienes les den el pan cortado señalándoles una mayoría absoluta para un nuevo gobierno. El votante cumple con votar, luego toca que las distintas corrientes políticas se pongan de acuerdo. Para eso hace falta una política de Estado, voluntad de querer llegar a pactos, pero sobre todo dejar a un lado la prepotencia, el orgullo mal entendido y la soberbia porque precisamente eso son los mimbres con los que es imposible hacer un cesto que no sea el de cansar, hartar, o empalagar a un votante ya bastante harto.