Estoy convencido de que, en algún lugar, no sé si del Universo o en otra dimensión alternativa yo no soy yo sin tampoco dejar de serlo. O sea, hay una realidad alternativa a esta, fruto de una decisión diferente a la que tomé en algún momento de mi vida. Bueno, de hecho, no creo que haya una realidad únicamente, creo que hay tantas como seamos capaces de imaginarnos. En una, por ejemplo, estoy muerto porque el cristal con el que me corté la cara a los 5 años –de ahí mi cicatriz- me hiere un par de centímetros más arriba y poco se puede hacer para salvarme. En otra, por ejemplo, tengo la cara normal.
«En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos…». Hace unos días estos versos de una canción de Pablo Alborán me destrozaron los esquemas. De golpe, me pregunté qué habría sido de mi vida si hubiese tomado una decisión u otra en diferentes situaciones. Y a cada escenario, intentaba regresar al momento anterior en el que me debatía por un camino u otro. Y luego, de nuevo más atrás en el tiempo…
Sé que habrá gente que se lo cuestione más a menudo. Soy más de exprimir el presente sin preocuparme por pretéritos estériles, es decir, no pienso demasiado en el pasado porque poco puedo hacer para cambiarlo, aunque intente usarlo para aprender. Menuda paranoia, ¿no crees?
Esa canción en concreto me hizo pensar si en algún otro lugar soy un padre de familia numerosa, en lugar de ser el rarito del grupo de amigos, y con qué persona he tomado la que es, sin lugar a dudas, la decisión más importante. ¿Con cuál de las chicas que han pasado por mi vida, en ese presente alternativo, hemos decidido ser padres? ¿Tengo un hijo? ¿Una hija? ¿La parejita? ¿Gemelos? ¿Se parecerán a sus abuelos paternos y serán buena gente? ¿Se me daría bien?
Lo admito y por un momento viajé atrás en el tiempo saltando de época en época, de decisión en decisión, de momento en momento. ¿Y si…? Por instantes el pasado se iba estirando sin encontrar un momento de calma en el que pudiera estar tranquilo de que ningún acto había condicionado ese presente. Por ejemplo, si no hubiese estudiado y hubiese optado por seguir siendo un pasota en las aulas y ponerme a trabajar, ¿nos habríamos cruzado nunca tú y yo en estas líneas? Quizás las escribirías tú y yo las leería.
Como te decía. ¿Y si nunca me hubiese destrozado la cara? Quizás eso me hubiese condicionado el carácter porque no habría pasado por la época de muchacho introvertido y ahora sería alguien totalmente distinto y que, viéndome con perspectiva, detestaría ser.
No sé si tengo hijos en Saturno, aunque deseo con todo mi corazón que ese yo alternativo sea un buen padre, tenga una buena madre y nunca se pregunte qué hubiera pasado si hubiese elegido otro camino. Porque yo no lo había hecho y, te lo aseguro, no lo volveré a hacer. No merece la pena. Estoy, sin ninguna duda, donde querría estar y siendo quien querría ser aunque tenga la cara rajada. ¿Y tú?
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