El cielo amanece encapotado, claramente otoñal, pero se atisban islas de azul intenso entre las nubes, como oasis celestiales. En consonancia con ello las noticias del día, sombrías como suelen, nos ofrecen hoy unos alivios inesperados. En orden de importancia, la del más que probable impeachment (proceso de destitución) del presidente de Estados Unidos Donald Trump por sus no extintas y oscurísimas relaciones con el Kremlin en pleno proceso electoral norteamericano, ahora recrudecidas por sus burdas maniobras en Ucrania para perjudicar a su rival político Joe Biden.
Con todo respeto para sus votantes americanos, que son legión, no lo olvidemos, resulta difícil rebatir el hecho de que la presidencia de Trump con su hipernacionalista América first ha sido, es, un sinvivir para la inmensa mayoría de habitantes del planeta. Sus continuos e incendiarios tuits, su criminalización de los inmigrantes, la tensión creciente con Irán, sus guerras comerciales, principal causa del enfriamiento de la economía global, su irresponsable negación del cambio climático, son motivos suficientes para que buena parte de la humanidad se alegre ante la perspectiva de un impeachment que, lamentablemente, tiene pocas posibilidades de triunfar dada la mayoría republicana en el Senado. Pero repito, la noticia no deja de ser un rayo de esperanza para la estabilización del mundo y una confirmación más del exquisito equilibrio de poderes en las instituciones de Estados Unidos.
En segundo lugar, que quizás debería ser el primero para los europeos, estaría la sentencia del Tribunal Supremo británico que considera ilegal la disolución del Parlamento promovida por Boris Johnson en una decisión calamitosa que involucró incluso a la anciana reina. En el fondo, como es notorio, el cada vez más alambicado asunto del brexit, bendecido, no lo olvidemos, por Donald Trump. Menuda pareja de baile.
La salida de la UE fue una decisión democrática del pueblo británico, esto es incontestable, como también lo es el hecho de que fue promovido por una sarta de mentiras con mención especial para el propio Boris Johnson, que llegó a decir sin sonrojarse que los chupópteros de Bruselas les costaban no sé cuántos millones de libras semanales al sufrido pueblo británico, suficientes para financiar toda la sanidad pública, que sin ellos -los pérfidos europeos- Gran Bretaña volvería a ser grande de nuevo y que la retirada de la Unión Europea no iba a significar ningún tipo de problema...
En fin, la decisión del Supremo británico pone a los mentirosos políticos brexiters de cara a la pared. La posibilidad de un segundo referéndum esta vez sin burdas mentiras, empieza a vislumbrarse en el horizonte o cuando menos, unas elecciones generales y/o un pacto con Bruselas para una salida ordenada de la Unión.
La tercera buena noticia del día viene de otra resolución judicial, la del Supremo español que avala la exhumación y traslado de los restos del general Franco fuera de un mausoleo de titularidad pública. Su permanencia en Cuelgamuros era una anomalía histórica que debería asumir de una vez la derecha española. No se trata de reabrir heridas como le gusta decir sino de corregir una situación insólita en la Unión Europea, donde ningún dictador goza de reconocimiento público y donde no hay muertos sin identificar en las cunetas y en el propio monumento. La conversión del mausoleo en un centro de interpretación histórica, tal como recomendó el informe de los expertos en un memorial del año 2011 sería un buen punto de partida para cerrar heridas de forma adecuada y definitiva.
Cautivo y desarmado el desánimo existencial por la repetición electoral y el estado convulso del mundo, encuentro un recorte de «Es Diari» que creía perdido y que me redondea una jornada para la esperanza. Ale-hop, ahí aparece el artículo del periodista ibicenco Xescu Prats publicado en el «Diario de Ibiza» y reproducido por «Es Diari». Atención a algunos fragmentos: «En Menorca, la sensación de organización y orden es constante. Han establecido un sistema de parkings que limita la afluencia a las playas vírgenes… El Camí de Cavalls se conserva sin mácula… De Maó a Ciutadella no te cruzas con ninguna valla publicitaria, tan solo con extensas fincas bien cuidadas, con rebaños de vacas pastando en los prados…». Y concluye el periodista:
«Ante semejante panorama, cabría deducir que los menorquines están medio arruinados y subsisten con grandes dificultades. Sin embargo, aunque también tienen sus problemas, la sensación que transmiten es que disfrutan de una mayor calidad de vida… Un equilibrio y una existencia que recuerdan vagamente al que teníamos en Eivissa hace treinta años. Todo aquel que afirma que solo hay un camino, miente. Menorca es el vivo ejemplo».
No me digan que no ha sido un día gratificante y esperanzador.