El Govern Armengol ha creado un cargo ex novo para Pau Morlà, exalcalde de Alaior y diputado efímero en las Cortes Españolas. Su nombramiento apareció el sábado en el BOIB, por lo que imagino que ya ha tenido la oportunidad de estrenar el cargo de director general de Derechos y Diversidad, denominación suficientemente ambigua y de quita y pon, algo así como saldos y oportunidades en un centro comercial, en la que cabe todo pero que no contiene nada de provecho. Es un nuevo chiringuito con su correspondientes 22.000 euros de plus de residencia para el frustrado diputado, una versión aldeana de las puertas giratorias que tanto denunció Podemos, aquel partido que desde que toca poder ya no se reconoce a sí mismo, ha superado la casta que tanto denunció en su estrategia de implantación.
Armengol y su gobierno también crearon un chiringuito para Francesc Antich una vez se le hubo acabado el bròquil en Las Cortes, era una especie de embajada balear en Madrid, también la denominación era ambigua y abstracta, pero hasta al propio Antich le pareció un escándalo y no llegó a tomar posesión, resultó demasiado descarado hasta para el interesado. Ese ejemplo no bastó para quebrar la política de los chiringuitos creados a medida de la persona, Pau no ha renunciado, algunos ilusos llegamos a pensarlo, igual que otros buenos compañeros socialistas.
Pau Morlà es profesor, está legitimado como todo el mundo a mejorar profesional y salarialmente y sin duda cuenta con preparación y experiencia para servir desde la Administración, no para servirse, que es la sensación que deja el nombramiento. Tal vez el ascenso de Vox tiene más relación con este tipo de chiringuitos que con las ideas, porque estas, decía Hanna Arendt, no han hecho ninguna revolución. La revolución la hace el hambre.