La Real Academia Española define lapsus como un desliz, un error, una equivocación cometida por descuido, pero yo no le veo a un general, como José Manuel Santiago, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, cometiendo un fallo tan mayúsculo, como soltar en mitad de una rueda de prensa al más alto nivel que sus especialistas de la jefatura de información trabajan para «minimizar ese clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno». Todo esto en el contexto de la lucha contra los bulos en las redes sociales. Rebobino y me cuesta dar crédito a lo que escucho, estoy asombrada. Está ahí, seguro de lo que dice, con sus papeles, y se está refiriendo a órdenes recibidas, porque no creo que ese control se realice por iniciativa propia. Es censura, como la que se ejerce muy ladinamente en las comparencencias on line de cargos públicos y se filtran las preguntas, los periodistas se quedan fuera de juego, no pueden reformularlas, pedir más explicaciones, o simplemente confirmar y aclarar dudas. Tampoco pueden claro está poner en aprietos a los portavoces. Por eso ayer, cuando de verdad este general parecía personalmente afectado por la polémica y por el daño al Cuerpo -que no olvidemos que cuenta con víctimas por covid-19-, tampoco se le pudo preguntar por los bulos y la vigilancia que se ejerce sobre los ciudadanos. Se vetaron las preguntas, y él no rectificó.
Creo que será cuestión de poco tiempo que Moncloa deje al margen a los uniformados de las ruedas de prensa, porque me inclino más a pensar en el desliz (indiscreción involuntaria) que en el error; ellos dicen las cosas, como que retiran ancianos muertos en residencias o que el Gobierno quiere «minimizar» las críticas a su gestión, sin anestesia, no son políticos.
Todo esto se está volviendo peligroso, es grave y requiere explicaciones. Estamos confinados para frenar una pandemia, sufriendo encierro y empobrecimiento económico, y parece que aprovechan para montar un Ministerio de la Verdad orwelliano, aquel en el que eficientes funcionarios rectifican y falsifican la realidad, la historia, para adaptarla al poder presente. Eso sí, nos abastecen de Netflix y series.