La fase 3 ya permitirá recuperar actividades en bibliotecas y museos aunque con limitaciones de aforo, pero es improbable que libros y arqueología generen aglomeraciones. La atención sigue puesta en los bares y en la parcelita de playa que nos va a tocar. La cultura no mueve tanto como la cervecita en la terraza, eso ha quedado claro, pero es fundamental. Sin embargo suele ser la cenicienta de los presupuestos públicos y la primera en sufrir la tijera cuando vienen malos tiempos. Así es también en las cuentas del Consell, por mucho que un titular duela y se recurra al lícito pero poco elegante pataleo en las redes sociales que practican algunos políticos. Lo que de verdad debería indignarles y harían bien en pelear con uñas y dientes es que el Gobierno afloje y permita gastar ese ahorro de 25 millones que ahora evitaría reducir partidas de áreas tan importantes.
Ha pasado por encima del presupuesto 2020 una pandemia que lo ha trastocado todo, y parece razonable que se centren los esfuerzos en ayudar a las personas y en recuperar tejido productivo. Ahora bien, se suele caer en el error de que la cultura no es productiva y vaya si lo es, genera también economía y hay muchas personas que dependen de que este verano se recupere cierta normalidad, tanto en las visitas a monumentos como en la celebración de conciertos o montajes de diversa índole. Detrás hay un buen número de trabajadores que pueden quedarse esta temporada en blanco.
Mención aparte se merecen las becas para los estudiantes que salen de Menorca. En el último pleno no se aprobó una propuesta interesante del grupo popular, y es que la declaración de la renta de 2019 no sea el referente para conceder o no las ayudas del próximo curso, sino la situación familiar tras la covid, porque en dos meses el giro que ha dado la vida y la economía ha sido brutal. Se vio complicado pero sería justo estudiarlo para que muchos jóvenes no vean también su futuro cercenado.