Se mire como se mire reducir el tráfico de coches y peatonalizar cualquier vía, aunque sea parcialmente, es una piedra en el zapato de cualquier gobierno local sin distinción de colores políticos. Hacerlo en el puerto de Maó, por su importancia económica y turística así como sus dimensiones, es una tarea hercúlea. La resistencia de los que ven peligrar sus negocios lógicamente es feroz. Ya lo fue en 2012 con Águeda Reynés como alcaldesa, quien quiso trasladar el éxito cosechado con el cierre de la calle Ses Moreres –que ya nadie cuestiona pero en su día fue otra larga batalla–, a la rada con un ensayo peatonal. El encontronazo fue duro, con cortes de tráfico, acusaciones de que el Consistorio provocaba la asfixia económica a las empresas y finalmente, en 2013, el equipo del PP desistió en un intento de buscar un punto de consenso que ahora, siete años después, no se ha logrado.
Por más que se anuncien medidas que alivien esa remodelación, como una línea de bus o más plazas de aparcamiento para motos, el sentido único de la circulación desde la cuesta de Corea hasta la antigua estación marítima, más atractivo para pasear a pie o en bici, es «un sinsentido» para restauradores, comerciantes y náuticas, y así lo expresan con carteles en sus negocios. No descartan protestas. El alcalde socialista Héctor Pons y el presidente de Autoridad Portuaria, Joan Gual, afirman que el coronavirus ha precipitado una decisión que deriva de planes ya aprobados, por la necesidad de espacio que exige la distancia social. Pero es también el virus y la crisis sin precedentes que ha traído lo que hace que los nervios estén aún más a flor de piel, sin cruceros, sin turistas, solo con el consumo local que, obviamente, no puede suplir en gasto a los que han dejado o dejarán de venir.
Ningún momento parece idóneo para peatonalizar, pero este sin duda, con las cajas registradoras vacías, es muy complicado para experimentos. Pons pide tiempo para ver el efecto de los cambios, el segundo ascensor significará con seguridad un impulso positivo para toda la zona, pero los comerciantes solo dan una semana. El diálogo es indispensable.