Normal: el uso de mascarilla donde haya concentración de personas y eso que se perdió un tiempo enorme en el debate sobre si este EPI básico era o no necesario y eficaz.
Anormal: la situación en los colegios, tanto tiempo de suspensión de clases, las dudas sobre cómo iniciar el nuevo curso y que para ello se hayan creado seis comisiones, cuyas conclusiones no se conocerán hasta mediados de julio. Vacaciones en agosto. ¿Alguien cree que el curso empezará puntual y normal en septiembre?
Normal: que se produzcan nuevos positivos de covid-19. Incluso cuando llegue la vacuna seguirán habiendo casos. Lo importante es que existan medios sanitarios para tratarlos y controles eficaces para que un rebrote no se extienda. Lo que no es normal es que la procedencia boliviana (no bolivariana) de los dos infectados provoque un brote de racismo local.
Anormal: que en los controles en el aeropuerto y puertos no se exija el resultado de un test en origen y no se realice una prueba de PCR al llegar. La triple prueba del ministro Illa: un vistazo al viajero, la toma de temperatura y una declaración personal, no son garantía suficiente.
Normal: que se permita a los ciudadanos ir a un bar o a una playa o a misa, que se puedan casar, incluso celebrar el día del Orgullo, todo ello reivindicando la responsabilidad personal, sin necesidad de sancionar a nadie.
Anormal: que algunos ayuntamientos hayan tardado casi una semana en abrir los parques infantiles, debidamente desinfectados; que las citas previas de muchos servicios demoren en exceso la atención a los usuarios; que la consulta telefónica en la sanidad corra el riesgo de poner el dedo en el ojo clínico del médico.
El lunes estrenamos la «nueva normalidad». Abriremos el aeropuerto a los vuelos internacionales pero no llegará ninguno, algo anormal. Menorca en verano será casi solo para los menorquines, otro anormalidad, reivindicada por algunos, en un acto de cariz insolidario.