Gran parte de la gente está convencida que basta con mirar un cuadro para disfrutar de la pintura. Están completamente equivocados. En primer lugar, para disfrutar de la pintura se requiere el hábito de la continuidad de visitar museos y galerías y tener la mente entrenada para formularse preguntas sabiendo adecuar las respuestas. Marangoni ya nos lo advertía en su didáctica obra «Cómo se mira un cuadro» y así nos dice en la primera página: «¡Cuántas veces al interrogar a alguien sobre si le gusta el arte me ha contestado que para amarlo basta con tener corazón! Evidentemente es una respuesta trivial que define en sí misma la gran indiferencia e incomprensión ante el arte».
Para amar el arte no es suficiente el corazón pues nada se consigue sin inteligencia.
En este punto conviene recordar lo que decía Miguel Ángel, que «la pintura es una música que solo la inteligencia puede percibir». ¡Cuidado! Tampoco es cierta esa máxima interesada de que cuando el arte es bueno todo el mundo lo entiende porque eso también pasa con el arte malo o mediocre.
Algunos críticos de arte, yo diría gráficamente del todo a cien, que habitan en una estética más actual, no quieren saber nada de «contenido» y «forma» que desde su ‘sabiduría' consideran conceptos ya superados. Por mi parte, yo modestamente, continuaré contado con esas ‘varas de medir”' el arte porque son imprescindibles a la hora del proceso creativo. Hoy hay críticos a los que no les duele su bajo nivel ponderando que la mierda (perdón por lo escatológico) en una lata encima de una repisa es también arte; o los manchones y churretones que ha aprendido a llevar a cabo sobre un lienzo un mono a base de borrón y premio. Disciplina que manejan muy bien algunos primatólogos.
Me llaman mucho la atención aquellos críticos que han aprendido bellísimos discursos sobre el pintor o pintora de la que uno creía que iban a llevar a término una docta y sincera opinión sobre un lienzo o su obra, siendo el resultado final que no hablan de otra cosa que no sea del presunto autor.
Fíjense lo que abarca la ignorancia en la disciplina de la pintura: una gran parte de los críticos que cruzan las puertas de Museo del Prado, ignoran que en toda su pintura solo hay el nombre de diez mujeres y es que el desconocimiento es una pandemia general también entre críticos de arte.
Muchos pintores actuales confían en el color como lenguaje más acorde con el contenido que con la forma. Suelen ser grandes coloristas, incluso dominadores de la luz, pero no saben dibujar. Y encima muchos críticos no se dan ni cuenta. No es para nada el mismo proceso la pasión por el contenido que la pasión por la forma. En Roma (Vaticano) puede admirarse un extraordinario «Entierro» de Caravaggio (1573-1610), pintor italiano, Michelangelo Merisi o Amerighi, de marcado gusto por el realismo crudo, muy de acuerdo por el claro oscuro (realismo tenebrista) que tanto influyó en todas las escuelas del siglo XVII. La perspicaz visión del gran maestro italiano, hizo que lo interpretara en sentido vertical; la acción compositiva es sorprendente y nos confunde cuando lo comparamos con el magnífico «Entierro» de Tiziano que podemos ver en el Museo del Prado. ¿Pensó Caravaggio en ese «Entierro»? Nunca lo sabremos pero no tiene por qué parecer extraño.