Como en «El señor de los anillos», el Aeropuerto de Menorca tiene dos torres. Una vieja, que ha superado su vida útil, y otra, la virtual, cuya construcción ha empezado esta semana. La vieja parece la buena, para el comité de centro, representante de los trabajadores, Més y UP, que han presentado una propuesta en el Parlament para que se mantenga. La nueva es como la de Isengard, la que aplicando las nuevas tecnologías parece, según algunos, que reúne todos los males y puede poner en riesgo las vidas de los menorquines. Si la torre vieja en lugar de ser el espacio para que trabajen los controladores aéreos fuera un monumento talayótico entendería su defensa a ultranza, pero si va a ser sustituida por un nuevo sistema de control virtual, con una inversión de más de tres millones de euros para que el Aeropuerto de Menorca esté a la cabeza de los avances en seguridad, la verdad es que no puedo entender tanta oposición. ¿Alguien se puede imaginar que AENA pueda instalar un sistema que perjudique la seguridad aérea? Y si realmente la mejora, como es lógico, ¿no debe aplicarse en la Isla?
Yo creo que la explicación es que el aeropuerto se ha convertido en el territorio para la lucha sindical de Ramon Carreras, ex secretario general de CCOO en Menorca. Y hay que reconocerle el mérito de que exhibiendo pancartas ha convencido a todo el Consell, que de forma unánime apoya las reivindicaciones de los trabajadores en contra de AENA. Algunas serán justas, pero el clima laboral en el aeropuerto vuela bajo y me da la impresión que no toda la culpa es de la empresa. AENA es un adversario apetitoso, grande y gordo. Pero en Menorca nos conviene tener a esta empresa comprometida con la Isla.
Por eso, la torre virtual ha de ser una mejora de seguridad, que se ha de poner en marcha con todas las garantías y sin poner en peligro un solo puesto de trabajo.