Febrero se me hace corto. Más corto que… bueno, no quiero faltar a nadie. Al paso que vamos, el amor romántico puede acabar siendo amor surrealista o abstracto. Pero el amor no necesita etiquetas. Es como el vino y quien lo bebe, se enamora. Algún día dirán: amó en tiempos de pandemia. Transmutó cuanto poseía en poesía y el orden de las letras sí alteró el producto. ¿De qué te sirven las riquezas si pierdes tu alma? Serás cáscara vacía. Solo fachada. Ya vemos la luz al final del túnel, aunque más cara. Triunfan el marketing, la publicidad, la propaganda y los índices de audiencia. Para los partidos políticos, la corrupción es como el colesterol: hay del bueno y del malo. Una viga para el adversario es pajita en caso propio. La pena de telediario se ha extendido a pena de televisión, tan chabacana y parcial. Mientras, la vacunación avanza lentamente. La ley de la oferta y la demanda no es lo mismo que hacer una oferta y que te pongan una demanda. También se puede insultar, mentir, difamar y amenazar. Así puedes ser un borderline enfermo de odio con libertad de expresión. ¡Qué guay! Los violentos ganan terreno jaleados por el poder. Pero las aguas turbulentas volverán a su cauce y aprenderemos a convivir sin agredir verbalmente. Podemos será Pudimos: un mal sueño populista y totalitario, Sánchez incluido.
Cuando acabe la pandemia, saldremos de la excepcionalidad, la alarma y la desgracia polifacética que nos asola.