«Cuando los padres disfrutan realmente de la compañía de sus hijos se convierten en los mejores maestros que los niños puedan tener»
Glenn Doman
Es curioso. De repente, abres un cajón de tu escritorio. Y ahí están: una tiza y un borrador. La tiza es una de esas, gruesas, como las que utilizaba tu padre en su/tu porche cuando, en la posguerra, daba clases de repaso de matemáticas para daros de comer… El borrador fue un regalo de 1º D. Curso 1994/95. Te dijeron, en la entrega, que no borraras nunca sus nombres de tu vida. Nunca lo hiciste. Nunca lo haces. Nunca lo harás…
Y miras…
La tiza, si…
Y ese borrador…
Y te preguntas, todavía hoy, jubilado, cómo puedes combatir con ella, con esa tiza, sí, esa, y ese borrador a tanta tecnología, a tanto internet, a tanta mentira, a tanta falta de ejemplaridad, a tantos molinos sin quijotes, a tantos políticos, que no estadistas… ¡Qué difícil educar hoy!
- ¡No mientas, chaval!
Pero ese chaval ve el telediario de la 1, de la 3, de la 5, de la 6, que «allegados son iguales».
- ¡No todo vale! – exclama un «profe» combatiendo con su tiza el maquiavelismo–.
Pero ese alumno constatará que Maquiavelo tenía razón y que los principios, en ocasiones, dependen de un número determinado de votos…
¿Cómo, de verdad, combatir con tan pocos medios a tanta inmundicia?
A lo mejor a un padre le resulte más fácil, hoy, meter a su hijo en las nuevas generaciones de un partido que costearle una carrera universitaria… A la postre, de seguro, ese hijo acabará siendo conseller o ministro. Pero puede que, entonces, no sepa perdonar porque no ha leído la rima XXX de Bécquer… Y hay que aprender a perdonar… Y puede ser que…
A lo mejor a un padre le resulte más fácil obviar sus obligaciones… Porque, a la postre, sí, veinte euros son veinte euros… Y un sofá es un sofá…
Dile…
Dile a tu hijo que su vida no es solo suya…
Dile a tu hijo que el dinero no cae del cielo...
Dile a tu hijo que se ha de respetar a una ciudad…
Dile a tu hijo que un profesor no es un enemigo sino, en ocasiones, un héroe… Y siempre, siempre, un amigo…
Dile a tu hijo esas cosas que, hace tanto, debiste decirle, aunque costara, porque la placidez de una siesta pesaba mucho, puede que demasiado…
Dile… El contenido poco importa… Dile… Es decir: ¡Háblale!
Están… Ahí… Algunos políticos les vendieron que tu tierra es/era un pasadizo seguro… Probablemente se lo creyeron… ¿Seguro para quién?
Dile, sí, a una adolescente que no mienta, aún cuando tenga, como presidente, a un mentiroso compulsivo… (Obvias los signos de exclamación por puro cansancio)
¿En qué país vives? ¿En qué país viven?
Miras el cajón…
Está la tiza para reescribir una página de vuestra historia y el borrador para hacer exactamente eso: borrar… Para, sí, elaborar un futuro en paz…
Es fin de curso…
¡Ayudad, de verdad, a vuestros maestros, que no funcionarios!
¡Unid vuestras tizas a las suyas!
Está en juego mucho… ¡Tanto! Nadie dijo que ser padre fuera fácil
A la postre, para muchos, todo ya se ha vendido… Pero no para vuestros hijos… Tienen futuro… A la postre, lo reiteras, tal vez la culpa no sea de una estación de autobuses, ni de una ciudad, ni de una naviera, ni de unas fiestas patronales, ni de ese botellón de gin camuflado en limonada, ni de… A la postre –insistes, otra vez– el origen de tantas y tantas cosas puede que resida en no haberle preguntado a un chaval por qué demonios llegaba a casa a las tres de la madrugada…