Una de las acepciones de «tontería» en todos los diccionarios homologados es la de un dicho o hecho sin importancia. Con lo cual, podemos deducir que estamos rodeados de tonterías por todas partes, menos por una, que es aquella que realmente importa pero que no siempre se presenta en primer plano, sino que hay que buscarla o descubrirla. Para distinguir la tontería de las cosas importantes juega un papel imprescindible nuestro intelecto. Un intelecto educado y activo que no se conforme con todo lo que le llega de manera acrítica, dándole más importancia de la que tiene. Aquí diríamos que mezclamos ous amb caragols, combinación que no encontrarán en ningún restaurante que se precie. Hoy asistimos a una batalla permanente por captar nuestra atención y mantenerla prisionera, dedicada a mil chuminadas. La tontería es a nuestra mente como el ruido estridente a nuestro oído: algo molesto e irritante.
Pero ¿quién decide cómo separar la importancia de la nimiedad o la miserable pérdida de tiempo? Solo la conciencia de cada uno puede conseguirlo. A veces, lo sabemos a posteriori. Los años son una criba y nos dan una perspectiva mayor de lo ocurrido. A fin de cuentas, somos futuros antepasados.
El papel de Ángela Merkel en Europa y en el mundo se agrandará con los años. Su inteligencia y determinación han sido una suerte para todos. Aunque una gran cantidad de tonterías sepulten lo valioso, debemos seguir separando el grano de la paja.