Supongo que la fórmula correcta para felicitar el cumpleaños debe de ser «feliz cumpleaños», y para felicitar el día del santo, «felicidades», sin embargo la gente a menudo dice, simplemente, «felices», como si felicitara las fiestas, «felices fiestas». Bueno, lo que suelen decir por aquí es «felises», y se quedan tan panchos. Claro que lo de «felices» podría significar algo así como «felices han sido los años que has vivido, porque te han permitido llegar hasta aquí», o «deseo que los años que te quedan sean felices», o «felices los que tienen un nombre de santo normal y no les pusieron Artura, Babila, Canuto, Drogón, Eberarda, Frontonia, Gaguerico, Homobona, Isclo, Jorja, Lopa, Melitona, Nestora, Orencio, Pacientina, Quiteria, Rufa, Sisebuta, Tetta, Ulrico, Venancia o Zenona, nombres esos que existen todos en el santoral, junto con otros muchos rarísimos. Hablar sobre la felicidad se me ha ocurrido porque pasando el otro día frente al televisor oí que un personaje de teleserie decía: «Mereces ser feliz». Y yo pensé: «¿Habrá alguien en el mundo que sea realmente feliz?».
El diccionario dice que la felicidad es un «estado de grata satisfacción espiritual y física», pero pienso que esto puede ser transitorio, que en cuanto se tuercen las cosas perdemos toda clase de satisfacciones y dejamos de ser felices. Dicen que al mal tiempo, buena cara; pero por aquí dicen otra cosa, dicen: «Es qui no té doblers fa mala carota». Otros dicen que la felicidad es una emoción que se produce cuando llega un momento de conformación, bienestar o se consiguen objetivos que nos realizan como individuos. Es decir, lo que decía mi madre: el secreto de la felicidad es saber conformarse con lo que uno tiene, o con lo que nos depara el destino. Dicho en otras palabras: si la vida te da limones, hazte una limonada. Lo malo es que hay algunos a quienes no les gusta la limonada. Esto podría haberlo dicho Séneca, que afirmaba que el sabio se contenta con su suerte. En cambio, Kant decía que la felicidad es un deber. Pero estamos todos hartos de deberes. Nietzsche decía que somos felices cuando superamos lo que nos oprime. Así que cuidado con llevar los pantalones demasiado estrechos, no sea que cantemos como los Bee Gees. Bertrand Russell centraba la felicidad en el amor, que también produce mucha desdicha. Pero acaso lo mejor sea lo de Bután, el país del Himalaya donde se creó el Día Internacional de la Felicidad. Lo malo es que los hay que disfrutan con la infelicidad.