La segunda convocatoria de ayudas a los jóvenes para amortiguar los efectos de la crisis económica causada por la pandemia no ha tenido los efectos esperados. Apenas se ha adjudicado un tercio de la cantidad prevista por el Consell, 31.155 de los 105.000 euros presupuestados. Las subvenciones más exitosas han sido las dirigidas a pagar clases de autoescuela y a la compra de un ordenador o una tablet, 49 y 20 ayudas respectivamente. Hay jóvenes, muy pocos, de entre 18 y 30 años, que se verán beneficiados de este fondo público, por lo tanto, no se puede hablar de fracaso, pero sí de un resultado decepcionante, sobre todo si se tiene en cuenta que hubo una encuesta previa y que las secuelas no solo sanitarias, sino laborales y en pérdida de ingresos de muchas familias por la covid-19 son más que evidentes. Algo ha fallado, podría deberse a una deficiente comunicación y, cómo no, a la burocracia. Obviamente esta es necesaria para determinar quién opta de una manera justificada a una ayuda, siempre y cuando no se convierta en un muro de exigencias que al final deje fuera a una gran mayoría de los hipotéticos candidatos.
Mientras se concentran esfuerzos en lanzar estas nuevas convocatorias hay otras, arraigadas en la comunidad estudiantil y muy necesarias para las familias, como las becas para estudios que se cursan fuera de Menorca, que no se han pagado todavía. Son a clases vencidas -algo que debería cambiar, es mejor saber con qué se cuenta o no al comienzo de un nuevo año académico-, corresponden pues al curso 2020-2021, se convocaron en julio y, a punto ya de que suenen las campanadas de fin de año, los alumnos no han ingresado el importe que supuestamente se les ha concedido, según la primera lista de admitidos publicada hace ya más de un mes. Un descuadre económico para padres y jóvenes, y una gestión lenta que sería conveniente resolver antes de embarcarse, con buenas intenciones, en otras líneas de ayuda.