Alguien te increpa. En tu pequeño balcón has colocado adornos navideños no religiosos. Resulta curioso. Tú no los ves. Los ven tus vecinos. Era una manera de incentivarlos. De que, cuando llegaran cansados a casa, vieran esas luces, esos adornos. Alguien te increpa, sí… Por qué puñetas pones esos adornos… Por usted –le dirías-. Si pudieras –vives de alquiler- pintar la fachada le consultarías, como hizo Valle-Inclán, a tus vecinos, porque son ellos quien la verán o padecerán…
De verdad, qué puedes hacer por esos vecinos, magníficos, que te preguntan si estás bien cuando obvias recoger el diario… Qué puedes hacer por esa cajera del super que se preocupa por ti… Qué puedes hacer… Y no lo sabes…
Y, de repente, lo sabes…
Es algo tan estúpido como plantearte cada día como un reto… Como morderte la lengua antes que criticar…
Lo sabes. Está usted cansado. Se levanta. Y, agotado, enciende el televisor. Se ducha. No sabe a qué atenerse. Tiene miedo. Mira a sus hijos y se pregunta qué mierda de vida les augura. Y, sin embargo, sobrevive. Baja al bar de la esquina y pide un café. Y no es un café. Es necesidad de ser querido. En ese bar te exigen el certificado covid. En otros, insolidarios con el mundo, y con sus colegas de profesión, no.
Sé lo que siente… La pandemia cansa…
Pero resista…
Sabes que usted llegará a casa, probablemente tarde y le hablarán de víctimas de la pandemia. Puede que se eche una siesta y, al despertar, más o menos, todo siga igual… Doña María Mir, tu profesora de primaria, te dijo que el arte de vivir solo estribaba en proponerse ser feliz a pesar de las circunstancias…
Un día más…
La 1, la 2, en el bar, sí…o
¿Está cansado? ¿Angustiado?
Lo estáis…
Pero, de pronto, el arte…
Pero, de pronto, la literatura…
«La función del ser humano es vivir, no existir. No voy a gastar mis días tratando de prolongarlos, voy a aprovechar mi tiempo.»( Jack London)
¿Y si perdierais el miedo?
Con solidarias precauciones…
Cansado, regresa usted a su casa. Usted, sí. Con un cansancio tan físico como moral.
Por eso, precisamente por eso, adornaste tu balcón…
Para que se echara unas risas…
Porque ni Saturno, ni ningún otro planeta, te enseñó a amar, a perdonar y a extraer de tu corazón la invidencia del sectarismo… Y a pensar en el otro, el que verá, a la postre, tu fachada…