Peter Dinklage es el actor que interpreta a Tyrion Lannister en la serie Juego de Tronos. Siendo niño sufrió enanismo, enfermedad que le convirtió a la larga en un ejemplo de superación. También desde niño tenía muy claro que quería ser actor. Para ello se formó intensamente, pese a las burlas que recibía por su estatura de un metro treintaicinco centímetros. Contaba con una fuerte personalidad y una hermosa voz, que por cierto se pierde en los doblajes. Rechazó muchos trabajos en Hollywood para no encasillarse en papeles de enano o de duende. Su lema es una cita del dramaturgo Samuel Beckett: «Lo intentaste. Fracasaste. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor». Cuando se trasladó a Nueva York trabajó de oficinista y limpiador, además de actuar en películas y obras de teatro independiente. Hasta que en 2003 debutó como protagonista en la película The Station Agent, donde empezó su éxito. Quiere inculcar a sus hijos «que luchen por sus convicciones» y confiesa que él mismo es un luchador.
Se lo puedo decir con refranes: «A quien lucha y suda la suerte le ayuda». En el colegio nos lo decían de otro modo. Era otra época y todo lo elevaban a lo divino: «A Dios rogando y con el mazo dando». (Pero hay que andarse con cuidado sobre dónde da uno con el mazo, no vayan a hinchársenos los dedos). Otro refrán: «La única lucha que se pierde es la que se abandona». No vale decir no tengo suerte. Hay que decir, la suerte la he buscado en todas partes. Hay que tener fe en uno mismo y tesón hasta el final. La fe en uno mismo es un antídoto contra el fracaso. Ya saben: quien abandona nunca triunfa, quien triunfa nunca abandona. Mi padre solía decir que quien confía en la suerte va vestido de papel. Se refería al papel de las papeletas de la lotería. Dicen que la tendencia de las personas es estar siempre insatisfechas y necesitar siempre algo más para ser felices. De modo que no vale desear mucho y ganar millones en la lotería para ser felices. No vale comprar todo lo que se nos presente pensando que eso nos dará la felicidad. No nos vaya a ocurrir como a aquel paleto que se sacó la lotería y recibió del banco un libro de cheques para pagar con su firma. «¿Con eso basta?» dijo el paleto. «Sí, usted ponga la cantidad, firme y ya está». Gastó tanto, firmó tanto, que llegó a estar en descubierto, y cuando el director del banco le dijo que ya estaba debiendo cien mil euros, el paleto se encogió de hombros y le firmó un cheque por ese valor.