Algunos años atrás escribí en esta misma columna literaria, a raíz del encarecimiento de los pasajes aéreos y del potenciamiento del turismo invernal en la Isla, un artículo titulado «Air Menorca», donde inducía a los prohombres políticos a instituir una línea aérea para reconvertir los hándicaps isleños en ventajas, además de aupar el nombre de Menorca en la cima de la celebridad. Inútilmente, claro, ellos creerían que tal inducción era un sueño… y los sueños, sueños son, como reza Calderón. Pero hay más sueños, a modo de aupar el nombre de la Isla en el mundo, como por ejemplo un filme cinematográfico, algo que tampoco está a buen seguro en la mente de ningún prohombre político, un filme como por ejemplo el que enalteció a «Casablanca»,… con un tema distinto, claro, un tema discurrido, afinado, friccionado, un tema infalible, un filme, «Menorca», capaz de conmover al mundo por su belleza y por su historia. Pero, me temo que «Menorca» será otro sueño... De todos modos, vamos a por un guión, vamos a intentarlo, aunque estemos en manos de nuestros prohombres, sabedores de reconvertir la realidad en sueños, pero no, los sueños en realidad. Vamos, pues, a por un guión.
Debido a las sucesivas y malditas conquistas que hemos padecido en la Isla, hay varias opciones para que una película con el nombre de «Menorca» sea de interés internacional. El mismo asedio de Maó, protagonizado por el almirante Nelson, que provocó la aparición en los manteles de este mundo de la deliciosa salsa mahonesa es atractivo para un guión, como hay otros que no voy a enumerar,… porque el guión, mi guión, está ya escrito desde hace mucho tiempo. Veréis, treinta años atrás, comencé a escribir una novela -apenas llegué al capítulo diez- cuyo argumento sería aún hoy mi texto preferido. La historia fluía a partir del 24 de junio de 1558, en Ciutadella, en las fiestas de San Juan -sin caballos-, con dos enamorados que van a desposarse unos días más tarde, el 9 de julio, pero en vez de contraer matrimonio mueren vilmente exterminados en el transcurso de la invasión otomana… Esta sería la macabra novelería del filme, pero el argumento sería rigurosamente histórico, tanto los preparativos militares por la temida y probable invasión de la flota turca comandada por Mustafa y Piali, como los sucesivos sobresaltos y la angustia de la población que provocaba a buen seguro tal posibilidad. La filmeación se extendería por todos los vergeles de la Isla con el fin de mostrar sus bellezas tanto rurales como marítimas… Ahora bien, para que el filme resultara un reclamo mundial residiría en la necesidad de estar interpretado por renombrados actores, como los de «Casablanca», porque, además de resultar impecable, sus nombres prolongarían el nombre de nuestra isla hasta los confines del mundo. En resumidas cuentas si se actuara con inteligencia, sapiencia y perspicacia en diferentes frentes, los ingresos serían incluso superiores a los gastos. Entonces, me pregunto yo, ¿cuál es la traba para no acceder a tan atractivo reto? En fin, para concluir, no estaría de más agradecer, aunque sea tarde, al historiador Florenci Sastre y a mi amigo Gabriel Julià, que me asesoraron en la confección de la fallida novela, por causas varias, acerca de la historia y las costumbres de aquellos tiempos, vía correos y teléfono. Gracias a ambos.