Alberto Núñez Feijóo ha despertado una interesante expectación antes de llegar a la presidencia del PP. Muchos han destacado su tendencia a la moderación y él mismo ha dicho que no llega a Madrid para insultar a Sánchez (como hizo Casado), sino para ganarle. De esa sensación se ha deducido que estaría dispuesto a llegar a acuerdos con el Gobierno y resolver una parte de la larga lista de responsabilidades democráticas pendientes.
Pero a la primera de cambio, el PP pacta con Vox, para gobernar juntos en Castilla y León, algo que Pablo Casado no quería hacer. La factura por su error de anticipar elecciones en esta comunidad autónoma le está saliendo cara al PP.
¿Puede ser el PP moderado si pacta los gobiernos con la derecha radical? En Europa, muchos partidos conservadores tienen clara su posición contraria a estos acuerdos con los partidos de ultra derecha, en crecimiento en el viejo continente. Vox crece porque alimenta un relato que criminaliza a los inmigrantes ilegales, atribuye a los lobbys feministas la reivindicación por la igualdad de la mujer, y considera que la memoria histórica es un invento comunista. Es fácil hacer un discurso en contra, sin responsabilidad. Ahora la tendrá en una gestión de gobierno autonómico, con la vicepresidencia y tres consejerías. Quizás el experimento de Castilla León sirva al PP para comprobar si Vox se domestica y si es un socio fiable para la gobernabilidad en otras instancias, quizás en el Gobierno nacional. Porque el PP sabe que hoy solo tiene dos opciones: gobernar en solitario o pactar con Vox. La mayoría absoluta se antoja imposible, quizás incluso para Díaz Ayuso.
Casi desaparecido Ciudadanos, ¿se pueden contemplar otras opciones? La de acuerdos PP-PSOE pasa por rebajar la tensión y cambiar el argumentario. Habría que aceptar, de entrada, la legitimidad de Vox, pero también de los independentistas, incluso de Bildu.