A Macià Coll, gerente de Ciutadella Antiga, le asiste más razón que a un santo cuando afirma que algunas de las medidas para el ahorro energético impulsadas por el gobierno resultan mucho más efectivas que aparecer en una rueda de prensa sin la corbata, como hizo el presidente. Fue un pretendido alarde de magnanimidad del líder socialista para que veamos que él también se sacrifica y está a la vanguardia de la pelea contra el cambio climático aún a costa de vulgarizar su imagen de dandi ante las cámaras.
En esa política de postureo cortoplacista, de gestos inocuos que tanto caracteriza al Ejecutivo de Pedro Sánchez, el decreto que establece las temperaturas extremas en locales públicos y comerciales, en verano y en invierno, o el apagado de los escaparates a las 10 de la noche, sí puede tener un efecto inmediato.
Como quiera que la aplicación del decreto no tiene demora, resulta evidente que el consumo energético va a menguar desde ya en aras a alcanzar el 7 por ciento de reducción que establece Bruselas. Las medidas incomodan al sector comercial que teme una incidencia en sus ventas, pero no parece que unos grados más o menos vayan a impedir la compra física en sus establecimientos o que puedan perjudicarles más de lo que están sufriendo con el comercio on line, sin vuelta atrás.
Todos vamos a lidiar -ya lo estamos haciendo- con la inflación y la incertidumbre de lo que nos aguarda en otoño si se confirma la crudeza de la enésima crisis. Es imposible que no lo hagamos ante el cariz que toma la situación en el supermercado, al utilizar el vehículo y pagar el combustible o al tratar de reducir la energía eléctrica doméstica. El problema es que mientras el ciudadano medio asume la situación sin rechistar y se aprieta el cinturón de nuevo, el presidente del gobierno se suelta la corbata pero no consta que adopte medidas de ahorro que le impliquen directamente. Es ahí donde debería dar ejemplo y no quitándose complementos de vestir hasta quedarse en paños menores.