Un mínimo de seis años requieren los estudios de formación universitaria para obtener la titulación de ingeniero civil, generalista de Caminos, Canales y Puertos, a los que hay que añadir másters o postgrados. Quienes alcanzan la graduación son aquellos profesionales encargados de diseñar y construir las principales infraestructuras de cualquier país, como las carreteras, por ejemplo.
En Menorca debería tenerse en mayor consideración el criterio profesional de un ingeniero, Rodrigo del Pozo, probablemente el que mejor conoce la principal arteria de la Isla, kilómetro a kilómetro, metro a metro. Él diseñó y dirigió la obra de la variante de Ferreries, por ejemplo, y en la actualidad está al frente de la solución a doble nivel para el desvío a L'Argentina. Es, si no la más autorizada, una de las voces más preparadas para opinar con fundamento sobre una obra que lleva lastrada ocho largos años con los consiguientes perjuicios acumulados en incomodidades, inseguridad y pérdida de financiación.
El ingeniero, en la exposición pública de los trabajos reanudados en ese tramo hace unas semanas, aun en contra del acuerdo político entre el tripartito que gobierna el Consell, partidario de salvar un puente y derribar el otro, se posicionó sin dobleces a favor de que se mantenga también el de Rafal Rubí. Es la solución más segura, la más económica y la de menor impacto ambiental, debe continuarse adelante con lo hecho, dijo.
Dado que el proyecto de la reforma de este tramo aún está en fase de redacción, y considerando las palabras de la consellera, Montse Morlà, que apostó por valorarlo, matizarlo y revisarlo atendiendo a todas las sensibilidades, podría acabar ocurriendo un nuevo giro en el Consell que tuviera presente la postura del profesional ingeniero de caminos, por encima de cualquier pacto político. Sería inaudito, entonces, que ocho años después de la paralización de las obras estas se reanudaran para acabar ejecutándose, con matices, lo diseñado entonces, incluidos los dos puentes de la discordia.