Cuando ejercías como docente, los profesores teníais que cumplimentar, periódicamente, lo que daba en denominarse «seguimiento de programación», ese que era más exhaustivo tras una evaluación. Esa reflexión/impreso requería de un análisis de lo hecho en clase, del porqué de las calificaciones obtenidas por vuestros alumnos y el establecimiento de las oportunas medidas correctoras. Tras el 28 de Mayo te preguntaste: ¿Por qué se exige ese sano procedimiento a los docentes (cuya acción recaerá sobre un mero centenar de alumnos) y no a los perdedores de unas elecciones? Tras la debacle de la izquierda, esperabas algo parecido, pero no: una huida hacia adelante, un movimiento de distracción, un impedir que hasta los ex compañeros de viaje se pudieran recomponer y una nueva muestra del ya por todos reconocido egocentrismo presidencial. La convocatoria de los nuevos comicios generales te planteaba una interrogante añadida, retórica: ¿a cuenta de qué ese adelanto? Retórica porque, quien más quien menos, incluso afines al partido en el poder, conocía/reconocía la respuesta. El líder debía intentar salir incólume del batacazo contando para ello con un grupo de fieles adeptos, por no denominarlos de otra forma... Ese anticipo iba, además, acompañado de una sangrante decisión: la de dedicar cuatrocientos millones a propaganda mal llamada «institucional», un «no-do» a la vieja usanza, pero esta vez en color y con un cariz más subliminal y, como tal, más peligroso…
Esta dotación ponía en evidencia una verdad que se asemeja incuestionable: ustedes, sean de izquierdas o de derechas, le parecen importar un «kínder» a quien les gobierna... No es el bien común quien rige sus pasos, sino el suyo propio. Un triste ejemplo -podrían ser cientos- resulta demoledor. Actualmente en vuestro país existen unos cuatro mil enfermos de E.L.A. literalmente abandonados por el Estado. Cada uno de ellos le cuesta a sus familias una media de seis mil euros mensuales. Y salta la pregunta: ¿si no se dispone de esa cuantía qué se hace? ¿Dejar morir al enfermo? ¿Una eutanasia económica disfrazada de misericordia? Y es que esos cuatro mil enfermos resultan, a la hora de votar, políticamente irrelevantes... ¿Conoce usted algún partido que se haya ocupado del tema? ¿Cuatrocientos millones en spots publicitarios? Vomitivo.
Y asistiréis, a partir de ahora, a un espectáculo previsible por parte del Gobierno: A.- Amenazar con el advenimiento de una derecha feroz y... B.- Pedir que se aglutine el voto entorno a un PSOE que es radicalmente distinto al que fue y con el que te sentías, sino representado, tranquilo... Y tú, que nunca has votado ni votarás a Vox, te ves hoy en la obligación de manifestar, por fidelidad a tus lectores, que prefieres que se pacte con él que con Bildu, por razones harto dichas... Eso será –o es,ya- lo que os aguarda. Y en la espera, operación de limpieza que suena a métodos no ciertamente democráticos: expulsión de las listas de quienes no sean ni ciegos ni mudos, por aquello tan demodé -¿recuerdan?- de que «quien se mueve no sale en la foto»…
¿Es esa la democracia soñada? No cuando uno se irrita visceralmente al contemplar unos votos que le son adversos; no cuando ésta se reduce a un hombre; no cuando un partido respetable con vocación de estado se entrega, por medio de su «jefe», a quien tuvo o tiene connivencia con terroristas irredentos; no cuando no se respeta la voz del electorado y, encima, se le insulta; no cuando se invierte el dinero de los contribuyentes en autosatisfacer la imagen de Narciso en las aguas tranquilas de un estanque; no cuando partidos más o menos centrados no son capaces de llegar a acuerdo alguno; no cuando la confección de unas listas y el «quítate tú para que me ponga yo» suplantan programas; no cuando usted y tú se la traéis, a la clase dominante, al pairo; no cuando se pierde la noción de estado; no cuando se dejan de defender, por mor de un hombre, principios históricos; no cuando…