Poder largarte de vacaciones es un lujo. En plan, tal día apago el ordenador, cierro la agenda y me la refanfinfla si se queda algo por hacer o aparece una emergencia de última hora vital. Poder desconectar de tus obligaciones durante un tiempo y que te de absoluta y completamente igual lo que pase en tu ausencia, tiene que ser una sensación maravillosa y, aquellas personas que pueden hacerlo son unos auténticos privilegiados. Los autónomos, ya te lo avanzo, no podemos.
Si los trabajadores por cuenta propia apagamos el ordenador, seguramente, es porque alguien a nuestro alrededor lleva un rato esperando y su mirada ya irradia odio, ira y hartazgo bastante considerable, otra vez. Pasa lo mismo con el teléfono. Desconectar resulta casi tan difícil como aparcar a la primera en Cala Galdana o salir a navegar tranquilo estos días. Pero esa paz que te proporciona el «melasudatodismo» debe ser maravillosa.
Lo que pasa es que, a veces, las vacaciones te generan casi tanto estrés como el día a día en la oficina. Ahora que estamos rodeados de visitantes, que es más fácil oír «parlar» o «hablar» que «xerrar», o cuando directamente no entendemos el idioma en el que se comunican los que tenemos a un lado, todo o casi todo son sonrisas. Al visitante le hace mucha gracia, al principio, el ritmo que llevamos en la Isla, aunque al tercer día la paciencia se ha agotado y las sonrisas no son tan frescas. Pero sí, mayoritariamente, todos sonríen.
Pero ese idílico momento se va, literalmente, al carajo cuando toca pasar por un supermercado. Sea el que sea. El carácter afable, el buen rollo, las ganas de disfrutar se evaporan cuando topa tanta gente en una gran superficie aprovisionando víveres. Quizás la felicidad le tiene alergia al papel higiénico o a las patatillas churras, pero lo cierto es que a veces hay más tensión en el pasillo de los congelados que en una reunión de hipertensos.
Si tú has visto a alguien feliz en verano en los supermercados de Menorca, seguramente es autónomo, tiene el humor curtido en mil batallas para aguantar la presión, y se está riendo de los cabreos, en su rato libre antes de volver a la mazmorra o de que le eche en falta el carcelero. Es broma, estoy exagerando, el carcelero también tiene vacaciones en agosto y se fían de que el autónomo regrese al trabajo y se cierre él mismo la puerta de la jaula.
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