¿Cómo están queridos lectores? Espero que hayan sobrevivido al «agobiosto» y que estén más radiantes que Jennifer Aniston después de su famoso tratamiento de belleza a base de semen de salmón. Al parecer este tratamiento se lo recomendó su esteticista porque viene avalado por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, según dicen sus «expertos»: «el líquido espermático del salmón restaura la elasticidad de la piel, repara las barreras de humedad y ayuda a minimizar la inflamación», flipa. Si a eso le unes los péptidos de colágeno de chocolate que se come la buena de Jennifer obtienes la fórmula exacta de la eterna juventud. Y solo necesitas la módica cifra de 220 mil dólares que es lo que se gasta la actriz en sus tratamientos de belleza.
Los hechos narrados en estas primeras líneas demuestran que los ricos y famosos se aburren mucho, y son las presas perfectas para que los expertos en cualquier chorrada sideral les saquen una pasta gansa, allá ellos y ellas con sus problemas de blancos ricos. Lo triste vendrá cuando un gran supermercado saque, para su línea blanca, un botecito de ADN de esperma de salmón y nos diga que por un precio asequible podemos tener la misma cara que Jennifer Aniston. Y tal vez María llegará a casa reventada de limpiar habitaciones de hotel y enfrente del espejo se untara el potingue con la esperanza de que su vida brille un poco más. Y quizás Manolo llegará a casa reventado de repartir paquetes y se untará en la cara algunos de los potingues de marca blanca que copian la línea de belleza creada por Brad Pitt. Los orígenes de todos los productos de Brad están en las uvas cultivadas en el Château Beaucastel, un viñedo que tiene en Francia. Y así el bueno de Manolo creerá que le pone un poco de brillo a su vida.
Los hechos narrados en el párrafo anterior demuestran lo jodidamente maligna que es la frase: «querer es poder» y el daño tan bestia que causa el mensaje machacón de que este sistema se basa en la meritocracia. A ver si les enviamos a cagar de una vez por todas. Necesitan que nos creamos que estamos cerca de la élite millonaria, que podemos comer en la misma mesa que ellos y que solo hace falta esfuerzo y mucho trabajo. Y te lo dicen los que no han madrugado en su puñetera vida, los que solo han doblado el lomo para esnifarse una buena raya de coca, los que hicieron fortuna en tiempos oscuros de dictadores y esclavos y ahora sus descendientes van de emprendedores y abanderados de la cultura del esfuerzo.
Lo manifestado en el párrafo precedente es mi deseo de que algún día María y Manolo tiren al váter los potingues de Jennifer y de Brad. Que tomemos conciencia de que el cambio profundo y necesario no vendrá de la mano de una crema de semen de salmón. El cambio vendrá por tomar conciencia primero de donde está cada uno, de porque está donde está, y de si el sistema turbocapitalista que padecemos favorece la igualdad de derechos y oportunidades, o por el contrario ahonda en las desigualdades con saña y deleite. Madre mía que intensidad tan agotadora, creo que va haciendo falta una cierre y una buena cerveza.
Y en el último párrafo declaro mi respeto por todas aquellas feministas que le están pegando una patada en la entrepierna a este sistema patriarcal y caduco. Son valientes, pagan un precio muy alto, la Historia así lo demuestra, son las referentes necesarias para no ponernos a llorar a moco tendido y para no resignarnos a que todo tiene que ir a peor. Lúpulo y feliz jueves.