De ser uno de los lugares más instagrameables de Menorca, pero mucho antes de que las redes sociales existieran y de que se pusieran de moda las puestas de sol, ha pasado a ser un lugar descuidado, pasto fácil de hamaqueros improvisados y lugar de pernoctación de ese turismo que, justamente, se quiere evitar. Hablo de Los Bucaneros, un chiringuito que le daba un estilo especial a la playa de Binibèquer pero que ahora lleva dos veranos cerrado; eso, y el incendio que se produjo en los baños públicos, ha llevado a su deterioro.
La caseta y el bar se encuentran en el dominio público marítimo-terrestre, sujetos a una concesión, pero choca que cada vez que la administración le echa mano a algo sea para dejarlo a su suerte, es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. El PP argumentó inicialmente, cuando PSOE y Volem gobernaban en Sant Lluís y el Ayuntamiento presentó su solicitud para obtener la concesión y explotar el bar, que si la iniciativa privada lo gestionaba con éxito, para qué competir. Sin embargo luego cambió de idea, hizo suya la iniciativa y entró en una dinámica difícil con los anteriores titulares de Los Bucaneros, dispuestos a luchar por mantener la concesión que se transmitió por generaciones.
El día 8 expiró el plazo que el Consistorio dio a la familia concesionaria para entregar sus llaves, algo contra lo que presentaron alegaciones. La solución vía el acuerdo al que se refiere el conseller del Mar –ahora competente en Costas–, Juan Manuel Lafuente, parece lejos de conseguirse. El futuro del famoso chiringuito, si no hay un cambio radical de posturas y una negociación, se dirimirá por la vía judicial y, como él mismo apunta, «no ha funcionado» para nada la eficacia administrativa. El Govern anuncia ahora un cambio radical en la política del litoral y un proyecto de ley para preservar los chiringuitos tradicionales. Veremos si esto afecta al de Binibèquer o si sigue el pulso y su cierre se prolonga unos cuantos veranos más. Una lástima.