Los que hemos tenido el privilegio de crecer rodeados de árboles conocemos desde la infancia lo gozoso que resulta abrazarse a esos gigantes impasibles que hunden sus raíces profundamente en la tierra y alzan sus ramas con orgullo hacia el cielo. Algo tan natural, casi instintivo, que acaban de descubrir los influencers del mundo. Como era de esperar, no han tardado un segundo en convertirlo en una moda que arrasa por las redes sociales. Otra tontada más, como la de las montañitas de piedras que al final no hacen más que destrozar el entorno natural. La idiocia del momento consiste en darse baños de bosque y abrazar a los árboles. Algo que podría considerarse un acto íntimo, más propio de introvertidos y gente que convive sin complejos con su lado más espiritual, ahora es propio de las masas que desean, simplemente, cumplir un ritual que no comprenden para estar en la onda.
Por eso cada año doscientas mil personas -que se dice pronto- asaltan el bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, en Cantabria, y comulgan con ese trending topic que consiste en fusionar tu cuerpo con el tronco de las majestuosas criaturas. Pero, ay, los tontos no tienen remedio y muchos deciden llevarse como recuerdo un trocito de corteza, las hordas de inconscientes consumistas de modas superficiales pisotean la tierra... en fin, que como pasaba con Atila, allá por donde discurren estos idiotas el bosque queda dañado, desde las raíces hasta los troncos. Tanto y de forma tan alarmante que el alcalde del pueblo ya ha decidido adoptar medidas. Yo lo tendría claro: cobrar 25 euros. A ver quién es el guapo que suelta la pasta con tal de hacerse el selfie. Pero no querrán perder el potencial turístico del lugar, qué pena.