Tiempo de borrascas. La madre naturaleza debe estar cabreada porque no aprobamos los exámenes, los de esas repetidas lecciones que año tras año nos viene inculcando y que nosotros, zoquetes empedernidos, no nos damos por enterados y repetimos curso tras curso.
Salí uno de esos nublados días a estirar las piernas bajo una fina y casi imperceptible lluvia y lo hice sin abrir el paraguas. Desde siempre me ha gustado notar por un corto espacio de tiempo esa húmeda y suave caricia sobre mi cuero cabelludo porque entre otras cosas, me refresca también las neuronas recalentadas por tantos acontecimientos sombríos y preocupantes. Debo reconocer que los recientes acontecimientos bélicos me están achicando el alma aunque también sé, como nos ha ido ocurriendo con otros hechos preocupantes que, de tanto ver las imágenes del horror, nos llegamos a acostumbrar a ellas.
Entonces decidí entrar en una cafetería no muy iluminada y me dejé llevar por la melodía de una conocida canción, pido un cortado bien caliente y le doy un buen sorbo. Necesitaba en esos momentos algo que me calentara por dentro, algo que rompiera ese conocido frío que a veces te inunda cuando los acontecimientos te sobrepasan sin apenas comprenderlos o aceptarlos.