Los tiempos que vivimos se debaten entre la continuidad y la ruptura. Según el gurú empresarial de la IA, Mustafá Suleyman, «se avecina una de las décadas más impactantes». Podemos prepararnos para los cambios, las sorpresas y los traumas. La princesa Leonor ha jurado la Constitución como símbolo de continuidad con nuestro pasado y garantía de nuestro futuro, mientras Pedro Sánchez pacta con todos los partidos que quieren acabar con la Constitución y con la monarquía parlamentaria. Puede parecer contradictorio, pero si la unidad no se pone a prueba de vez en cuando, no sabremos nunca lo que vale. No saber defender lo que tienes, por miedo o por vagancia, es el primer paso para perderlo.
La Transición fue un tiempo donde tampoco faltaron partidarios de la ruptura. Desde los dos extremos. Se optó mayoritariamente por una reforma que trajo democracia, descentralización y el imperio de la ley.
El Eclesiastés, que forma parte del Antiguo Testamento, es uno de los libros más profundos que existen. Tanto si uno es creyente como si no, se puede meditar sobre sus enseñanzas. Luego cada cual debe actuar según su conciencia.
Netanyahu, por ejemplo, primer ministro de Israel, ha declarado: «La Biblia dice que hay un tiempo para la paz y uno para la guerra, este es para la guerra».
Pero deberíamos recordar, sobre todo, que «vanidad de vanidades, todo es vanidad». Y que el quinto mandamiento de la Ley de Dios es «No matarás».