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En pocas palabras

Más allá de las modas

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Yo ya estoy en una edad que no me preocupan las modas, pero debo aceptar que existen y que muchos no pueden pasar sin ellas.    Una de tantas y bastante arraigada es la de hurgarse las narices cuando vas al volante. Tendría que estar sancionado al igual que cuando hablas por el móvil mientras conduces.    Aquí no está tan arraigado porque no tenemos tantos semáforos, pero fuera es costumbre. Decía que debería sancionarse    porque su práctica produce placer, se dibuja mueca en la cara y los ojos se desorbitan con mirada hipnótica y cuando el semáforo se pone en verde, como debes salir raudo, el problema es a ver que haces con el moco que te acabas de sacar.   

Bueno, si que lo sabes, directo al salpicadero.    Hay salpicaderos que con el paso de los años han visto modificar su estructura pasando de un liso suave de fábrica a un volumen y rugosidad impresionante. Si alguien le invita a subir a su automóvil haga la prueba del algodón y así sabrá como es su propietario. Yo creo que cuando se llevan a desguace y se pesaran pesarían como tres quilos más. Luego tenemos las modas de las imbecilidades ofrecidas por un contingente de individuos carentes de gracia pero con mucha mala milk, que lo único que consiguen es complicarte la vida cuando tu lo que estás buscando y deseando es paz y buenos alimentos pero créanme, eso no pasa de moda.

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