Queridos pedrófilos. Yo os digo que vuestra desviación no es más lesiva para la sociedad que la que atañe a feijoófilos, abascófilos, yolandófilos, podemófilos y demás buena gente adicta a los caramelos de materia fecal envuelta para regalo que ofrece el elenco de bon vivants que actúa con no poco aplomo en ese coqueto teatro de la carrera de San Jerónimo (sin menospreciar a sus colegas de la cámara B).
La pedrofilia es sin embargo especialmente sonrojante en estos tiempos de descomunales trolas, piruetas, malabares y tan súbitos como desconcertantes cambios de rumbo.
Doy por sentado que colocar a Lindo Pedro en el podio de los malos, me inscribe (a ojos de la pedrofilia) en la fachosfera. Siento decepcionar: no soy facha, ni siquiera de derechas. Incluso, si charlara distendidamente con un pedrófilo honesto descubriría este, rascando en mi corteza, ciertas trazas de socialdemocracia (en algo llegué a coincidir con la doctrina pesoesférica de hace escasos meses, ahora obsoleta y considerada fachosa, válgame dios), matizadas, eso sí, por mi amor (puede que irrenunciable) a la libertad, incluida, he de confesar, la libertad de pensamiento.
Ahora bien, para ejercer la libertad es preciso acercarse en lo posible al conocimiento de la verdad. «La verdad es la realidad» decía crípticamente tío Antonio (quizás para blanquear sus embustes). El problema es que de ninguna manera RTVE, Prisa, Mediaset, Atresmedia, Canal Red o cualquier otro medio militante (especialistas en arrimar el ascua a su sardina) ofrece información veraz, limitándose escrupulosamente a la propaganda, de manera que la información fetén no cae del cielo, ha de ser buscada proactiva y críticamente.
Paréntesis: en el diario en que lee estas líneas encontrará (¡agradezcámoslo a quien corresponda!) artículos de opinión de todos los colores. Cierro paréntesis.
Quizás buena parte de la gente piense que quien no crea todo lo que dicen los medios oficiales es conspiranoico, mientras otros dan por sentado que quien no trague todas las teorías de la conspiración es un canelo.
Personalmente me oriento en este charco con la brújula de las leyes de la probabilidad, las cuales no aseguran nada, pero ayudan a apostar.
Me explico con un par de ejemplos:
Resulta altamente improbable la teoría terraplanista (por lo titánico de la empresa de engañar a millones de geógrafos, historiadores, astronautas, astrofísicos, fotógrafos, navegantes, pilotos, camioneros, filósofos y viajantes de comercio).
En el otro extremo, parece extremadamente improbable que los extravagantes acontecimientos que rodearon la muerte de JFK sean en mayor medida producto de un cúmulo de casualidades que de la actividad correosa de la siempre atenta CIA.
TVE gasta cada año mil millones de nuestros euros en lamer la mano (por no decir lo otro) a quien les da de comer, mientras las ruedas de prensa de los portavoces políticos -que tampoco nos salen gratis- se convierten en trabalenguas (cada vez más penosos) para justificar lo injustificable, esparcir humo o contar cuentos para niños de primaria no especialmente avispados.
Mi humilde opinión es que es saludable asomarse a fuentes independientes (en YouTube abundan) que aunque quizás nos pueden causar el moderado escozor de reseteado, no es tan jodido como pueda parecer. Intuyo que resulta más penoso aferrarse a ideas creadas por publicistas que viven de que tú las compres.
Navegar por la red en busca de comprensión de lo que nos ocurre puede ser peligroso, excepto si tienes capacidad para discernir entre un cantamañanas y alguien informado y (sobre todo) no subvencionado.
Si alguien pretende conocer lo que sucede en Cuba leyendo exclusivamente el Granma lo tiene tan claro como quien se apunta por aquí en exclusiva a medios oficiales. Te sermonearán lo contrario que pontificaron ayer y se quedarán tan anchos: basta asomarse a la hemeroteca y observar los meandros que recorren las declaraciones de nuestros gobernantes y sus voceros, quienes, tras asegurar sin despeinarse que el curso del Volga pasa ahora por Zafra, aprovecharán después el dato para pedirte el voto.
Amén.