El día 14 es el día de los enamorados, esa ridiculez gestada en las oficinas de márqueting con la esperanza de que sigamos gastando dinero entre la sangría navideña y la de Semana Santa. Para celebrar la festividad voy a traer a colación una noticia escalofriante que nos permite vislumbrar hacia qué derroteros puede desviarse eso que algunos llaman amor.
Una mujer valenciana anda en juicios contra el que fue su pareja durante cuatro meses. En otros tiempos a los cuatro meses de conocer a un tío este no había entrado en tu casa ni conocido a tu familia. Era aún un casi desconocido del que te fiabas poco menos que un pelo y al que ibas tomando la medida poquito a poquito. Dirán que éramos unas desconfiadas y unas sádicas, pero seguramente nos iba mejor que a las de hoy, que meten en casa a cualquiera y luego se sorprenden de que tras la bella fuera la bestia.
El tipejo -no se ha desvelado nacionalidad, edad ni ningún detalle- la trataba peor que a la mierda: la golpeó con un garrote porque no le gustaba la ropa que ella se había puesto, la obligó a caminar de rodillas sobre granos de arroz y la amenazó con quemarla viva en la chimenea. Me pregunto qué clase de desgraciada tienes que ser para soportar una sola de estas cosas y no salir huyendo, directamente a la policía. O su autoestima era inexistente o dependía económicamente de él por completo desde el día uno.
Por fin el «novio» se quitó la careta del todo e hizo lo que la llevó a ella, de una vez, a la denuncia: degolló a su mascota (un conejo), le restregó su sangre por la cara, la cocinó e intentó forzarle a ella a comérselo. La realidad, una vez más, supera cualquier ficción. Por horrenda que sea.