Soy desde niño muy aficionado a las aventuras con antorchas, que prefiero a las de naves, espaciales o marítimas, y a las aventuras con caballos, con linternas o sentimentales de género. Bueno, caballos puede haber, pero sobre todo, que haya antorchas, un requisito esencial en eso de la aventura. Hasta que alguien no echaba a andar con una antorcha en la mano, en pelis o novelas, no tenía yo auténtica sensación de aventura, por más que estallasen naves más allá de Orión, o se escucharan chasquidos extraños en el bosque. Por supuesto, es importante que en las aventuras aparezcan monstruos, humanos o inhumanos, pero a la luz de antorchas, no de linternas. Con antorchas se ve todo, el bien y el mal están iluminados, y con linterna no se aprecia nada. Paradojas del progreso, que ya es una paradoja en sí mismo. Además, con antorchas puedes golpear cabezas, batirte a espada y hasta quemar cosas; en definitiva, puedes defenderte, mientras que una linterna no te protege ni de un gusano. A veces las antorchas ya están allí, colgando de las paredes en espera de algún aventurero necesitado, y a veces hay que fabricarlas sobre la marcha con un palo, los jirones de una camisa (o un vestido) y el líquido viscoso encontrado en un charco pestilente. Por las historias de aventuras sabemos que su duración es indefinida, no disminuyen de tamaño al arder (los cigarrillos sí) y no necesitan pilas.
El artefacto perfecto para el gran aventurero, cuya misión principal es regresar vivo a casa. Con tesoro o sin tesoro; habiendo o no encontrado el amor. Eso es secundario; la antorcha es fundamental, no sólo a título simbólico. Menos símbolos y más antorchas. Y nada de pasarle a otro tu antorcha, es una tontería. Cada cual que se busque la suya. Otra gran ventaja de las aventuras con antorchas es que caminas (por subterráneos, túneles, pasillos secretos, cuevas, es igual), mientras que en naves o buques no te puedes mover de tu puesto, todo el mundo hacinado, y si te caes (al agua o al espacio interestelar), mueres enseguida. ¡La libertad de los mares! Valiente aventura, todos quietos en su sitio. Claro que a mi edad no es estoy para aventuras. Mejor, puesto que ya no quedan antorchas.