Los del procés ya han logrado la amnistía refrendada por voluntad de 178 votos a favor, media docena menos (172) de sus señorías que no estuvieron de acuerdo. Llegar a ese momento ha supuesto muchas reuniones, algunos viajes a Barcelona y otros tantos a Bruselas porque ahí sigue afincado un prófugo de la justicia dueño de los 6 votos quizá más caros de la historia. Bueno… ahora ya debe ser un exprófugo. La «goma de borrar» de una amnistía ha borrado todo aquello de declarar a Cataluña independiente. Javier Cercas dice en su artículo de «El País semanal» (17-3-2024) que «Carles Puigdemont la hizo muchísimo más gorda que Koldo y está acusado de delitos muchísimo más graves de los que se le imputan a este». ¿A qué pues toda esa pomposidad vacua del presidente Sánchez cuando afirmó que quien la hace la paga? Con usted señor presidente me pasa como con la tía Gravina, que no sé si mea o se orina. A lo mismo que usted dice hoy que no, al día siguiente dice que sí. Sus propias decisiones se encargan de señalarle lo que un buen político no debe de hacer jamás. Yo no sé si el señor presidente tiene la información precisa, aquella por ejemplo donde algunos amnistiados, por más señas los cabecillas del procés, aseguraban nada más saber que «la goma de borrar» de la amnistía como por arte de magia les convertía en impolutos para añadir ellos que «no pararemos hasta el ejercicio del derecho de la autodeterminación», «ho tornarem a fer» añadiendo que su próximo objetivo es el referéndum. Señor presidente, para este viaje que anuncian los independentistas, no hacía ninguna falta la amnistía que además está causando tanto descontento. Mejor haría en analizar en profundidad que la ley de amnistía ha tenido 178 votos a favor y 172 en contra. Dicho de otra manera, esta ley ha salido gracias a los 6 votos que ha ordenado Puigdemont desde Bruselas. No es precisamente un triunfo para echar cohetes y encima, por si faltaba algo, un líder de un partido político ha calificado al ejecutivo (léase gobierno) «de apoyado por una cuadrilla de forajidos». Con todo este ambiente enrarecido, embarrado como nunca, nos hemos plantado ante las elecciones catalanas, las elecciones vascas y las europeas. En un año pues se habrán celebrado seis comicios en España. Supongo, señor presidente, que usted será conocedor de que el independentismo catalán tiene algo más que tensiones políticas respecto del resto del país del que quieran o no, forman parte por mucho que sean de piñón fijo, soñando con esa fantasía de traspasar la barda que les coloca en una utópica independencia que les permita fermar els gossos amb sobrassades como le pasó a David Cameron al convocar el referéndum del 2016 sobre el brexit que de entrada fraccionó el Partido Conservador y a toda la sociedad británica al separarse de Europa y ahora se dan cabezazos ante la primera urna que ven.
El amnistiado Puigdemont, por más que alguno se lo crea, no es el faro de Occidente ni el dedo de dios pero no le falta quien diga, como la diputada de ERC Pilar Valluguera, que la ley de amnistía vuelve a poner a los independentistas «en condiciones de hacer frente al siguiente paso en el ejercicio del derecho de auto determinación». Con estos «mimbres», señor presidente, le auguro una legislatura poco menos que tormentosa sin asomo de paz social en Cataluña y por ende en el resto de España. Señor presidente, no debería olvidar que una cosa es la razón política, otra la razón social y una tercera, la razón moral y que estas razones no van siempre de la mano como ahora es el caso con la ley de amnistía. No se confunda en ese punto porque la legislatura es más frágil de lo que anuncian asesores mal asesorados. No pierda de vista cómo están las secciones de control al gobierno. Más que escuchar asesores debería de dedicar unos minutos a leer el artículo de Manuel Vicent del 17 de marzo 2024, cuyo gráfico título es «Tirad de la cadena». Qué quiere que le diga, da pura vergüenza. Por todo ello, señor presidente, tengo muchas dudas sobre la longevidad de esta legislatura por tantos motivos comprometida, no en pos de la ciudadanía sino en asegurarse su propia subsistencia.