Los buques de la flota de la OTAN atracan en el puerto de Maó. Yen el de Palma, en el de Valencia, en el de Bilbao, en el de Barcelona. Y no atracan en Madrid porque no tiene puerto. Pero sí lo hacen especialmente en Rota, donde la Sexta flota USA tiene su centro de operaciones e instalaciones estratégicas para el escudo antimisiles. Y Cartagena. «El País» abrió su sección de Nacional con la noticia de que «en abril del año pasado, el Gobierno español ofreció Maó a la Alianza Atlántica como ‘puerto con autorización diplomática permanente'. La OTAN no tiene bases propias. Con esa calificación, Maó se situaba como el tercer puerto español para que la flota OTAN opere sin restricciones. La noticia de «El País» parece confusa, incluso puede ser una fake de viernes santo, pero el desmentido de cinco líneas del Ministerio de Defensa es claramente insuficiente.
La noticia se ha producido en un momento en que crece el belicismo, cuando nos encontramos en una situación de preguerra, según afirma el primer ministro polaco en la misma portada de «El País» (La entrevista a Donald Tusk y la noticia de Menorca salen casi juntas y asociadas). Todos somos pacifistas hasta que hay un argumento para dejar de serlo, lo cual es contradictorio. Un pacifista lo es esencialmente cuando hay una guerra. Ante la guerra de Putin en Ucrania, en las últimas semanas, varios líderes europeos, Macron y Tusk, por ejemplo, hacen sonar tambores de guerra e insisten en que debemos estar preparados. La agresión del nuevo zar obliga a responder e impulsa nuestro espíritu guerrero. La primera medida es poner más dinero para la compra de armas. La segunda, la recuperación de la ‘mili' obligatoria. El presidente alemán Scholz, en cambio apunta la idea de llegar a un mal acuerdo con Putin, en lugar de mantener un mal pleito. El Papa ha recibido duras críticas por apuntar la posibilidad conveniente de un pacto con Rusia. Serviría para salvar vidas. ¿No es esto el pacifismo?