¿Cómo están, queridos lectores? Espero que tranquilos de alma, serenos de cabeza y con sangre pacifista por sus venas. Y lo espero porque a nosotros, los menorquines, nos ha tocado la lotería belicista y el puerto de Maó será una escala para los preciosos barcos de guerra, con sus lindos cañones y sus bellas armas de destrucción masiva, mira, esas que no pudo encontrar el ínclito presidente del gobierno que hablaba catalán en la intimidad y rezuma neoliberalismo y despotismo por todos sus poros.
No me digan que no será bonito ver el yate de lujo de algún feminista jeque del petrodólar, o de algún ilustrado futbolista, o de algún filántropo empresario de los que contratan niños en el sureste asiático, atracados al lado de una fragata, una corbeta o un destructor de la OTAN. Propongo que los barcos militares no vengan con toda la tripulación, y así los camarotes que tengan libres se pueden usar para vivienda social pública. Al precio que va el metro cuadrado en la isla no descarte poner unas cuantas tiendas del Decathlon en la cubierta de un dragaminas y ya tenemos unas «preciosas casitas unifamiliares con vistas al mar».
Ya lo cantaban Los Celtas Cortos: «Haz turismo invadiendo un país, es barato y te pagan la estancia». Es alucinante, ya tenemos el kit completo para darle al botón de la autodestrucción por mega empacho, recapitulemos, nuestra Menorca es: Reserva de la Biosfera. Escala para los buques de la OTAN. Talayótica. Destino Best of the World concedido por National Geographic. Juguete favorito del exdueño de la Quirón, cuidadito, Víctor Madera. Territorio con gran oferta de agroturismo de lujo y con encanto (con el encanto de fundirte la tarjeta de crédito). Sede del World Padel Tour. Además de paraíso runner con sus Trail dels Fars, Trail del Nord, October Trail y el internacional Trail Menorca Camí de Cavalls. Y no puede faltar la regata de la Copa del Rey de barcos clásicos. Y que nadie se olvide de que somos vanguardia del arte (y del postureo) con la galería Hauser & Wirth. Y qué decir del Lazareto festival, que ya no se hace en Lazareto, pero eso importa un mojón, mira tú el Dakar que lleva siglos sin pisar África. Y aquí paramos por saturación, no hay páginas en el diario para ponerlo todo.
A ver, tranquilitos los haters, claro que cada uno de esos eventos por separado tiene su aquel, menos el de los barquitos de guerra por supuesto. Sigan tranquilitos los neoliberales y sus socios fascitillas, claro que es mejor tener movimiento y vida que morirse de asco comiendo mocos y piedras. Pero es que entre poc i massa sa mesura passa. Es que entre el ayuno y el atracón hay todo un mundo. Es que entre morir de inanición y reventarse las venas de grasa saturadas hay una vida por vivir. Es que entre estar más solos que la una y vivir más apretados que los habitantes del centro de Hong Kong hay miles de posibilidades. Es que es una mentira tamaño catedral que «cuanto más es siempre mejor». Es que es obvio que la masificación, la gentrificación y el turismo termita acaban con la calidad de vida de los habitantes de cualquier región del mundo.
No estamos pidiendo tanto, joder (disculpa «Libro de Estilo»). Es tan sencillo como dejar respirar Menorca, cuidarla, porque ella es agradecida que te cagas, y a poco que la mimemos nos lo devuelve todo con creces, Ahora, como sigamos dándole semejante caña un día se va a hartar, y con razón, y de Monte Toro va a brotar un volcán de mala leche que vamos a flipar. Lúpulo y feliz jueves.