La directora del Fondo Monetario Internacional se lleva calentito medio millón de euros al año. Otros altos cargos de su ámbito, como Christine Lagarde, del Banco Central Europeo, anda por los 450.000 y su segundo, el español Luis de Guindos, mete en su bolsillo mil euros al día. Yo entiendo que a quienes sobrevuelan a semejantes alturas les falte un poco de oxígeno en el cerebro, por lo que les recomendaría de corazón que probaran a vivir durante un año, por ejemplo, con el salario mínimo español y una familia a su cargo. Quizá así comprenderían las dificultades, necesidades y miedos que atenazan a la mayor parte de la población. Y por qué España nunca termina de despegar. Tal vez así sus recomendaciones serían otras.
Todos sabemos que España da para lo que da y que vivimos muy por encima de nuestras posibilidades, por lo que todo son agujeros. Pero, ojo, ¿qué es más sagrado? ¿Garantizar la dignidad en la vida cotidiana de las personas o contentar a la OTAN y comprar avioncitos y tanques que cuestan un potosí, o mantener religiosamente en pie un convenio con el Vaticano que cuesta seis mil millones? Todo es cuestión de priorizar. Ocurre en las familias, que el presupuesto no llega para todo y se decide a qué destinar dinero y de qué prescindir, porque son caprichos o lujos. A nivel estatal no se puede, porque son tantísimas las servidumbres adoptadas hace décadas que estamos esclavizados por intereses ajenos. Ya sería hora de ser inteligentes y egoístas y empezar a poner las cosas en su sitio. Como aconsejan ahora los psicólogos, ponerte a ti primero. El ahorro sería tan fabuloso que ni el FMI podría rechistar. Se acabarían los problemas de las pensiones, la sanidad y la educación.