Los fantasmas colectivos, muy impersonales y multitudinarios, pese a ser auténticos fantasmas de verdad, y de los más agresivos y vengativos, rara vez figuran en los tratados de fantasmología y ciencias ocultas, o en los relatos de espíritus malignos, almas en pena y aparecidos. De ellos nunca se ocupan los parapsicólogos ni los escritores de terror, sino los sociólogos y los políticos, que al ser como son y no creer en fantasmas, fácilmente los confunden con las identidades de los pueblos, la memoria histórica, las glorias o espantos del pasado y demás abstracciones ideológicas por el estilo. El fantasma del comunismo, el fantasma del fascismo, los de la guerra. Los fantasmas bíblicos que ahora poseen al Estado de Israel, y le impulsan a una solución final. La gente civilizada ya no cree en fantasmas, salvo precisamente que sean colectivos, tradicionales, patrióticos. Anónimos, pues no se trata de espíritus de individuos que alguna vez vivieron, y vagabundean entre la vida y la muerte al tener alguna misión que cumplir, sino que ya nacieron así, fantasmales, en forma de emanación colectiva. Todo individuo viene a este mundo con sus propios fantasmas, y toda colectividad con sus fantasmas colectivos.
Cosa de sociólogos y psicólogos, decía, que aunque los mencionen con cierta frecuencia, no saben nada de fantasmas y los tratan como si fuesen metáforas. Maneras de hablar, en fin. Y no, son fantasmas de verdad, con todas las de la ley. Son, y me tengo por erudito en el tema, la variedad y categoría de fantasmas más común y persistente. La mayoría de gente nunca ha visto un fantasma, y si alguno les poseyó (un dybbuk judío, un yürei japonés, un viyi ruso) ni se enteraron. Sin embargo, a todos nos enajenan fantasmas colectivos, muy posesivos y pretenciosos. Sin nombre, pues al ser fantasmas interiores, cada cual les llama como le da la gana. Tendencias, o sesgos, dicen los sociólogos. Un fantasma recorre Europa, España, el mundo. Muy antiguo y vengativo. Histórico. No quiero alarmar, pero deberíamos tomarnos más en serio estos fantasmas colectivos. Conocer al enemigo, como nos advertía Sun Tzu en «El arte de la Guerra». O los fantasmas acabaremos siendo nosotros.