Me desquicia ver a usuarios de la piscina ducharse durante 10 interminables minutos en los que ya no les queda jabón ni suciedad. Supongo que los que van al gimnasio hacen lo mismo. Como los que ahora presionan sin descanso el botón de las duchas de la playa para quitarse la sal como si tuvieran escamas incrustadas. En cada minuto de riego personal se pierden unos 20 litros de agua, así que multiplica.
En Bunyola la higiene personal tendrá que ser más rápida, porque el Ayuntamiento ha establecido un límite de 100 litros por vecino al día. Si un uno los gasta en una ducha de 5 minutos, ya no podrá fregar, ni poner lavadora, ni regar, ni lavarse los dientes. En Algaida, Montuïri, Porreres y Lloret de Vistalegre el tope son 150 litros y en Ariany y Costitx ya se ha alertado de que la escasez asoma. La peor situación la viven en Banyalbufar, donde se han anunciado restricciones severas a partir del 15 de julio, con cancelación del suministro durante 17 horas al día.
Cerca de 10 millones de personas sufren recortes de agua en Cataluña y Andalucía. Nos ha llegado el turno y esto no ha hecho más que empezar. La sequía nos golpea, otro punto que agrava la masificación turística. El consumo doméstico no es el mayor drama, paliado por la alternativa de la desalación. En febrero el sector primario alzó un grito desesperado y la Conselleria responsable declaró estado de sequía agraria y anuncio de ayudas. El impacto climático ha provocado que, por primera vez, no haya cosecha de cereal.
El Portal del Agua de las Islas Baleares no tiene datos actualizados; los últimos son de mayo y estábamos en prealerta, un estado cronificado. La media de reservas hídricas en Baleares estaba a un 52 por ciento de su capacidad, 7 puntos menos que hace un año. No entiendo bien cómo sale la media: Mallorca 53 por ciento, Menorca 51 por ciento e Ibiza, en la situación más crítica, 36 por ciento. No aparece el porcentaje de Formentera, pero sí el gráfico que detalla sus habituales estados de alerta y su situación de absoluta emergencia en agosto de 2022 y a finales de 2023.
El consumo se dispara en verano, cuando la población se multiplica por el turismo, y a causa del calor y usos menos esenciales como las piscinas y los jardines, para los que los expertos piden contadores diferenciados. Lo mismo debería exigirse, con penalizaciones como grandes consumidores, para los hoteles y las lavanderías industriales a su servicio, las marinas deportivas, los campos de golf… que son pozos sin fondo. Como inaceptable es que se desperdicie agua a causa de fugas de la red pública de tuberías, que suponen pérdidas de cerca de 30 millones de toneladas solo en Mallorca.
O nos mojamos todos o la falta de agua nos secará a todos. No podemos limitarnos a mirar al cielo, rezar y llorar, porque las lágrimas no servirán para llenar embalses.