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Crítica es libertad

El mal menor como adhesión inquebrantable

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Directo al grano: Hace unos días leí en estas mismas hojas una loa al llamado ‘malminorismo’, esa nueva religión laica nacida del castizo ‘mal menor’. Es decir a favor de la voluntad de no cambiar lo malo conocido por lo distinto desconocido. ¿O es el apego a aquella expresión nacida en el s. XVII de ¡Virgencita que me quede como estoy!?

Suponer que la desgracia conocida no debe ser combatida y superada con tal de evitar otro mal mayor, desconocido, aunque solo sea supuesto o improbable, no es sino un acto de inmovilismo, un hecho de adhesión inquebrantable al Movimiento del tiempo que tanto nos recuerda a nuestros años mozos cuando las filas desfilaban prietas. Ahora desfilan en las páginas de los periódicos como «miembras» de pleno derecho de una opinión sincronizada. Apelar al mal menor es un agarradero que justifica la continuación del voto inquebrantable al sanchismo, una fórmula torticera para seguir apoyando la prolongación del turbio panorama que vivimos.     

Más. El ‘malminorismo’ es un síntoma del síndrome de Estocolmo de los que, con su voto, financian ‘el muro’ que polariza la sociedad española. Pretender evitar que otros gobiernen es decadente democráticamente porque impide el cambio (¡otra vez la Transición!) que propicie la necesaria oxigenación en una sociedad democrática.

La inmovilidad es la madre de todas las desgracias. La ceguera partidista y el voto cautivo («Sánchez prefiere que todos fracasemos para que tengamos que recurrir a una paguita caritativa y limosnera, de mera subsistencia, ésa que le asegure el voto cautivo», Ramón Palomar, ABC) hace creer que el mal menor es una necesidad para evitar un miedo atávico hoy sin base alguna. Ninguna. Superarla es parar el trapicheo tribal que, guiado por un auténtico autócrata más preocupado por los devaneos de su familia en los tribunales que del devenir del propio país, ha convertido el Congreso de los Diputados en un mercado persa donde todo se compra y todo se vende bajo la batuta de una mallorquina rendida a su empleador; esa misma que se alegraba las noches del covid rodeada de sedientos e inquebrantables conmilitones mientras mantenía al pueblo encerrado en sus jaulas particulares.

Por cierto ¿por qué leyendo ese artículo local en defensa del mal menor recordé aquellas escenas memorables e inenarrables (propias de la España cañí) de la ministra folklórica bramando, descontrolada su melena, y licuada de amor por su caudillo benefactor: ¡no te vayas todavía, no te vayas por favor...!? ¿Será ese el mal menor?

«Para ser (hoy) un socialista español y obrero del siglo XXI es necesario anular al poder judicial...; saltarse todas las normas parlamentarias, incluido un desprecio manifiesto del Parlamento en sí; poner hombres de paja en todas las instituciones estatales que fueron creadas para controlar al ejecutivo; ... favorecer a los separatistas de las provincias catalanas, vascas y navarras; consecuentemente, defender a los más ricos para que se lleven el dinero de los más pobres». (Félix de Azúa). Y añade uno: y ayudar a revivir en Cataluña el regreso del estallido de las identidades y volver a fomentar el mito de la opresión, esa hija de una represión inexistente.

Ese ‘malminorismo’ (la teoría del mal menor) es hoy una novedosa forma de ser un redomado sanchista sin parecerlo. Un disimulo. Una cortina de humo para camuflar el respaldo a todos los desmanes facturados por el negocio sanchista, esa lista ya interminable.

Vivimos un tardo-sanchismo que puede llegar a ser siniestro si los inquebrantables seguidores del mal menor no dejan de figurar como sus cooperadores necesarios. Necesitamos una socialdemocracia limpia y europea, no un sanchismo venezolano podrido y decadente.

Notas:

1- Impactó el vídeo que se hizo viral en el que el alcalde de Mahón se emocionaba cuando se cantó el ‘Es Mahón’ en la Parroquia de Sta. María el día de Nª Sra. de Gracia. Y si tanto le emociona el nombre de Mahón, lloros incluidos, ¿por qué lo borró de la denominación oficial de la ciudad? ¿En qué quedamos? ¡No cuadra, Héctor!

2- ‘Escuela de todos’ denuncia que hasta 136 colegios de Balears no dieron opción a los padres de sus alumnos a poder elegir lengua de aprendizaje al no incluir en los formularios de inscripción dicha posibilidad. Si se confirma, el 40 por ciento de los colegios baleares (de los 323 existentes) habrían boicoteado la elección de lengua ofreciendo una versión distorsionada de la realidad de las islas. ¿También en Menorca?

3- Referido a Juan Carlos I: «España es una nación maravillosa, rebosante de cabrones resentidos... Sus equivocaciones, sus errores, han sido personales, no institucionales... Ahora que no puede defenderse de insultos y desprecios, es cuando más se necesita la memoria de su Reinado, tan largo y beneficioso para España...» (A. Ussía, «El Debate»).

4- Movilidad: «Un hombre que a los cuarenta años usa el autobús para ir a trabajar, ha fracasado en la vida». (Dalí)

5- «Cuando la situación política de un país adquiere aspectos inquietantes, los bienintencionados o hipócritas (nunca logro distinguirlos bien) recomiendan ‘diálogo’, la panacea de los autócratas que quieren que les dejen seguir siéndolo» (Savater, «The Objetive»).

7- Ayuso da mil vueltas a Feijóo. Y Cayetana también. ¿A qué espera el PP?

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