En junio del 2005 hubo una manifestación en Madrid a la que acudieron más de un millón de personas. Aquel encuentro fue convocado para protestar contra la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Toda aquella gente, encabezada por sus partidos políticos, sus asociaciones conservadoras y una veintena de obispos, estaban indignados porque un colectivo de personas conseguía un derecho tan básico como el derecho a casarse. Ya ven, gente protestando porque otras gentes consigan derechos que ellos sí que tienen. Es como si nosotros decidiéramos quién tiene derecho a respirar y quién no, o apeláramos a autoridades mágicas, ya sea un dios cristiano, un Thor vikingo, o el mismísimo monstruo del Espagueti Volador y sus seguidores los ‘pastafaristas’, para justificar nuestro odio hacia colectivos que reclaman derechos básicos.
Pues bien, casi veinte años después, aquellos que no querían para los demás lo que ellos tenían, se erigen en abanderados de la libertad, toma ya, la jeta de hormigón armado que se gasta esta tropa. O sea, que tú, que eres más neoliberal que la mismísima Thatcher y no le haces ascos a los dictadores de ridículo bigote, vienes ahora a decirnos a nosotros que eres un adalid de la libertad. Creo, queridos lectores, que hay que abrirse una cerveza bien fresquita para no perder los nervios con estos individuos.
El ejemplo del primer párrafo es solo uno entre muchos. Estos y sus papis son los que se opusieron a la ley del divorcio, pero ellos se iban a burdeles los sábados por la noche y a misa los domingos por la mañana; los mismos que se oponían al derecho al aborto, pero ellas se iban a Londres a abortar discretamente y aprovechaban para hacer unas compras en Harrods; los que se oponían al feminismo y a todos los intentos de legislar por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, pero... bueno, esto lo siguen haciendo sin ningún pudor apoyados en la facho esfera que está llenita de incels que sueltan gilipolleces misóginas y que nunca llegarán a conectar las dos neuronas que tienen. «Cabezas, qué faltón eres». Puede, pero llegados a este punto acabemos el artículo para que me pueda explicar.
Y ahondan en la herida porque nunca tienen suficiente. Y te sueltan: yo, rico y explotador español, soy amiguito de los pobres y explotados españoles, nuestro enemigo es el inmigrante y en todo caso la horda de rojos, maricones y feminazis que nos quieren gobernar coartando nuestra libertad, así que apóyanos, bobo. A ver cómo lo decimos de una forma suave para que supere el libro de estilo, pónganse en fila de a uno y váyanse al carajo, se lo pedimos por favor, demostrando la educación y la humanidad que ustedes no tuvieron cuando dejaron morir a 7.291 ancianos.
Como dice el bolero «ahí va mi explicación»: ¿quién es el faltón, el que dice que hay un genocidio, o el que lo comete? Tomen nota los censores del mundo, silenciar al disidente no termina con el problema. Que tantos siglos después, desde que lo recogió Plutarco, sigamos con aquello de «matar al mensajero» no cuela. Lúpulo y feliz jueves.
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