Menudo currículo para un presidente de los Estados Unidos, reelegido tras una pausa de cuatro años con varios juicios de por medio y tras incitar a los suyos a ocupar el Senado. Menudo tipo. Trump vuelve a presidir el planeta, con permiso de los chinos, en un momento tremendamente convulso para la humanidad. Y lo hace blanqueado por la democracia norteamericana, el voto libre y el aval del sufragio universal. Europa se ha quedado de piedra, echándose las manos a la cabeza y preguntándose qué demonios habrá pasado. Menudo sinvergüenza, descarado, soez, maleducado y desafiante que volverá a gobernar con todas las de la ley, pensará medio mundo.
Y lo que habría que preguntarse es precisamente lo contrario. Cómo puñetas lo deben de hacer los demás para que, con este perfil, el personaje siga ganando. Y no es más que el desengaño, la decepción del buenismo y las medias tintas. De políticos tibios, dubitativos y de postín. Trump no tiene matices. Todo es blanco o negro. Sin complejos, valiente y soberbio. Dos grandes conflictos bélicos acosan al mundo y Taiwan amenaza tormenta, mientras, el republicano, emerge como la alternativa a un sistema que parece que se va al garete y que requiere de mano dura. Tal vez sea por eso. El tiempo lo dirá, de momento, yo también siento miedo en el cuerpo. No vale decir ahora que la gente no sabe votar.