Ha sido una semana de mirar al cielo pero también al suelo. Sin la DANA de finales de octubre que se cebó en Valencia, esta semana hubiera quedado aprobado de manera definitiva –y con formato de ley– el decreto de simplificación administrativa que, entre otras cuestiones, da facilidades para legalizar construcciones fuera de ordenación incluso en zonas inundables. También, en esas zonas, hubieran crecido los urbanizables. La votación quedó aplazada y toda la semana, al menos hasta el viernes, estuvieron pendientes los partidos de la oposición de una llamada del Consolat para «sentarse y hablar». Es posible, pues lo grupos se han dado una semana más, que el Govern asuma el error y rectifique. El coordinador de Més, Lluís Apesteguia, está confiado en que así será. Con o sin el aval de la oposición, el Govern tendrá que autoenmendarse. Ya sea pactando o presentando un decreto ley que enmiende el que se aprobará si no hay acuerdo. Todavía hay margen.
Pero atención a algo que también ocurrió ese martes, el 12 de noviembre, en el Parlament y que no debería quedar oculto por las tormenta meteorológica ni, tampoco, por los debates en torno a los Presupuestos: el Partido Popular (PP), que el sábado cerró una conferencia política en la que exhibió sus logros y dio por encauzado «el cambio» prometido en las elecciones de mayo de 2023, ha asumido plenamente un discurso sobre la inmigración basado en el miedo y que, de la mano de la derecha más extrema y de la izquierda asustada, toma fuerza en toda Europa. La política «frente al descontrol por la llegada de migrantes» une al PP y a Vox. La presidenta Prohens aprovechó el martes la pregunta que le hizo en el pleno la portavoz de Vox, Manuela Cañadas –tanto el socialista Negueruela como Apesteguia le preguntaron por las zonas inundables– para trasladar dos mensajes. El primero, que comparte la preocupación expresada por Vox y que en Balears «no queda sitio» para acoger a más gente tras la invasión «de pateras». La segunda, que esa preocupación también la tiene «la gente de izquierdas de los pueblos». En vísperas del Dijous Bo de Inca, la posible ubicación de un centro para menores migrantes en esa ciudad avivó más la polémica. Y el debate de los Presupuestos del Consell de Mallorca también estuvo marcado por la política migratoria.
Cuando amaine la tormenta por las tormentas seguirá ahí ese otro asunto –en el que el PP parece mostrarse cómodo, quizá vea alguna rentabilidad electoral que pasa por redefinir postulados de Vox–, el de la inmigración. Balears no tiene ninguna competencia en el asunto donde las derechas ponen el foco: cómo parar la supuesta ‘avalancha’. Los dos partidos hablan de pateras y se extiende ese discurso que termina uniendo inmigración y delincuencia. El eterno discurso entre ‘ellos’ y ‘nosotros’, los de aquí y los de allá.