Cuando las cosas vienen mal dadas aprendemos a marchas forzadas términos económicos que hasta entonces pasan desapercibidos. ¿Se acuerdan de la prima de riesgo? Ahora el vocablo de moda es ‘arancel’ y en los telediarios se apresuran a explicarnos qué es. El euríbor, la inflación o el déficit ya los tenemos asimilados, aunque sigan siendo, para la mayoría, verdaderas entelequias, juegos malabares de palabrería para describir una realidad que cualquiera de nosotros vive y sufre en primera persona sin tanto cuento. Lo que haga o deshaga Donald Trump nos afectará antes que después, pero que no intenten engañarnos diciendo que la economía iba como un cohete hasta que apareció él y que todas nuestras desgracias inminentes las habrá provocado el sheriff de Occidente. Porque la cosa viene de lejos. En parte desde la debacle bancaria de 2008 y en parte desde la pandemia. Nos cuentan que la inflación aterradora que se instaló estos últimos años en nuestras vidas ya está domesticada, que los tipos van bajando porque los precios se moderan. ¡Ja! ¿Dónde se moderan? El Instituto Nacional de Estadística español utiliza el precio de 479 artículos para elaborar los datos del IPC que nos brinda cada mes. Dice que son los más consumidos por los españoles. Acaba de llegarme un mail de Microsoft en el que avisa de que la suscripción anual a Word subirá de 99 a 129 euros. Si no cuento mal, es una treinta por ciento de subida. Si nos fijamos en la vivienda, lo mismo alquilar que comprar, el aumento anda por el 60 por ciento. Los viajes se han casi duplicado. Quizá los tomates y la leche arrojen un IPC del dos por ciento oficial, porque el resto de la vida, ya te digo yo que no. Y no ha sido Trump.
Sin comentarios
No hay ningún comentario por el momento.
Lo más visto
Alquilan su piso en Maó para estancias temporales en Airbnb y el Consell les multa con 40.000 euros
Sant Lluís retira la subvención al club Hummer Menorca por no tener la licencia en regla
Condenado por coaccionar a la okupa de su piso tocando el timbre durante horas
El decreto que causa un goteo de cierres en el chárter náutico de Menorca: «Se están comiendo los barcos»