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Doña Casilda

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Bilbao y parte de su historia contemporánea no pueden entenderse sin el halo y la huella de doña Casilda de Iturrizar, todavía considerada por los bilbaínos. Su biografía se asemeja a la de un personaje arrancado de una página de Charles Dickens, en la cual el ama de llaves se enamora de su patrón, un rico hacendado que hizo las Américas y que, a su regreso, invirtió y diversificó su fortuna en propicias empresas del país, siendo cofundador, además, de una acreditada institución financiera en 1857. Pese a habladurías y controversias, después de un tiempo en que, en vida de cónyuges separados, no se legalizaba el divorcio, Tomás Epalza y Casilda contrajeron matrimonio en 1859. Al enviudar ella, con un sustancial legado, su mecenazgo irradiado de filantropía fue magnánimo. El retrato que le hizo Ignacio Zuloaga, expuesto en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, es una extraordinaria radiografía que retrata el carácter pétreo a la par que noble de la Viuda de Epalza.

En página perpetuada, Bilbao puede asimismo considerarse como una amplia gabarra arrastrada por los tiempos que avanza por la ría del Nervión en dilatada singladura y prospera sorteando siglos, guerras civiles y avatares desde su fundación en el siglo XIV. Sus tradiciones se reflejan en una artística y sorprendente vidriera, diseñada por Gaspar Montes e inaugurada en 1948, que domina los andenes de la Estación de Abando y muestra un detallado compendio de su devenir, con referencias pesqueras y siderúrgicas, que forjaron su reciente pasado, y elementos relacionados con el deporte autóctono, además de lugares de devoción como la Basílica de Begoña o de solidez como el Puente de San Antón.

El Museo Guggenheim obra de Frank Gehry, magnífico ejemplo de arquitectura vanguardista, inaugurado en 1997, es el buque insignia de la transformación de la Villa. Con su muestra de arte moderno y contemporáneo, pertenece a una organización de cuatro museos con sedes en Nueva York, Venecia y una futura en Abu Duabi. En el exterior de ese coloso de titanio de la avenida Abandoibarra, Puppy, un enorme terrier floral de 13 metros de altura, convertido en icono, por obra de Jeff Koons, recibe al visitante. Si hiciéramos caso a los bilbaínos, y dice mucho de su carácter, ‘el Guggenheim’ no es sino la ‘caseta’ del simpático cachorro que imperturbable la protege… En sus contornos e interiores, entre diversas y elogiadas obras abstractas, que para deducirlas precisan de singulares sapiencias, así como de innegable imaginación, se observan unos ‘modelos’ de Chillida y, al advertirlos, el viajero se ‘duele’ de la oportunidad perdida que quizá pudo alcanzar Menorca de haberse consensuado una exposición permanente con obras del escultor donostiarra en la Isla. Otra admirable obra arquitectónica, la ‘Catedral’ del San Mamés apaciguador de leones, con su emblemático arco, merecería la glosa de un ‘charlista’ más versado...

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