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levantando el velo

Un Reino en Venta y su romance

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Hay épocas en que la sátira ya no alcanza a parodiar la realidad, porque esta se ha convertido en un esperpento mayor que cualquier caricatura. España vive uno de esos tiempos. La nación no se desmorona con cañones ni con invasiones, sino con cesiones, decretos y pactos de bochorno. Y en medio del derrumbe, un presidente —Pedro Sánchez— que cabalga como Don Rodrigo moderno, pero sin honra ni épica, sólo con ambición, soberbia y pinganillo.

El romance antiguo de la pérdida de España relataba cómo un rey traicionaba a su patria por un capricho carnal. Hoy, la entrega es más sistemática: ya no se rinde por deseo, sino por cálculo. Se rinde la justicia, se rinde la Constitución, se rinde la ley electoral, se rinde la verdad y hasta el idioma. Se rinde todo lo que dé un voto.

En la cúspide del esperpento, su esposa, Doña Begoña Gómez, mezcla de influencer institucional y empresaria de lo intangible, rodeada de fundaciones mágicas, cátedras a medida y convenios oportunos. Su nombre aparece donde hay poder, subvención o adjudicación. El rey –entiéndase Sánchez- la exhibe como escudo de género para protegerse de la crítica, como si el amor conyugal fuera coartada moral para la opacidad.

Le sigue el hermano, músico de escasa nota y mucho contrato. No hay compositor más afortunado desde Mozart. Luego vienen las viejas piezas del engranaje: José Luis Ábalos, reciclado en sombra tras la tormenta Koldo; el tal Aldama, empresario que huele más a pasillo que a empresa. Y por supuesto, Tito Berni, el héroe de la lujuria subvencionada, profeta de los instintos primarios y padrino de mariscadas con factura pública.

Pero donde antes había socialistas con discurso, hoy hay fabricantes de barro. La sede de Ferraz ha mutado en factoría de bulos y de impostura, y sus operarios tienen nombre: Félix Bolaños, el notario de la mentira institucional, ministro de todo lo que sea útil al relato, funambulista de toga y decretazo; y Óscar Puente, el bufón designado, gladiador de la cloaca, vocero a gritos de la propaganda más grosera.

Completa el elenco Francina Armengol, a la que los malvados fachas la llaman «la pingañilla del Congreso», reina de las formas sin fondo, señora del griterío progresista, búcaro parlante en una Cámara degradada a plató. En su mandato se niega la palabra a la oposición, se protege a delincuentes del procés y se premia a quienes quieren romper España.

Mientras tanto, los votantes observan con mezcla de resignación y hartazgo. El pueblo ya no es soberano, sino espectador. Las instituciones, otrora bastiones de libertad, son hoy negocios de partido. El BOE se imprime desde Bruselas o desde Ginebra, donde Puigdemont pasea su impunidad con el pasaporte que le dio la traición. En el nombre del «diálogo», se borra el delito. En nombre de la «convivencia», se amnistía al golpismo. Y en nombre de «la democracia», se pacta con los herederos de ETA.

Este no es un gobierno: es un club de interesados. No es un Consejo de Ministros: es una cofradía de saqueadores del lenguaje y la hacienda. No hay impuestos, hay confiscación. No hay Estado, hay relato. No hay proyecto, hay permanencia No hay esperanza, hay teatro. Han mutado «el ganar el pan con el sudor su frente, en ganar el pan con el sudor de los de enfrente», como nos advertía Cantinflas.

Y como en aquel viejo romance, ya no queda nada por entregar: ni el honor, ni el sentido común, ni el alma nacional. El castillo arde, pero desde dentro el autócrata sonríe ante las cámaras. Para finalizar, aquí les dejo mi particular y modesto romance:

Lloraban ya las Españas, vendidas por su caudillo,
que cambió patria y memoria por un trono de castillo.
Doña Begoña almiranta, con fundación de artificio,
mientras Koldo, como escudero, repartía el beneficio.

Sánchez volvió al trono, mas sin espada ni gloria,
vino con pinganillo y la mentira por historia.
Tito Berni en las orgías, entre instinto y langostino,
Aldama firma contratos, y el hermano bebe el vino.

Puente grita desde el Twitter, Bolaños canta en el coro,
y en Suiza un prófugo se ríe con el país como tesoro.

La pingañilla preside, sin ley ni moderación,
mientras Cerdán va sembrando claudicaciones al son.
Los fabricantes del barro, de los bulos y el engaño,
escriben nuevas «verdades» para justificar el daño.

Los pactos fueron la daga, la amnistía el sacrificio,
Bildu la nueva mesnada, y el Congreso un artificio.

Y así España se diluye, como tinta entre el rocío:
sin justicia, sin memoria, sin nación y sin albedrío.

Don Pedro se repite, mas sin lanza ni castillo:

Hoy vende la patria entera..., por seguir en el machito.

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