Menorca ha pasado de ser una isla discreta a ser un destino codiciado por influencers, actores y otras celebridades. Sus calas recónditas y su manera de entender la vida a poc a poc parecen ser el refugio perfecto para rostros tan conocidos como Michael Douglas, Keanu Reeves, Charles Leclerc, Marc Márquez, George Russell y Jeff Bezos. También parecen ser el marco ideal para retratar una postal versión influencer en las cuentas de Instagram de Laura Escanes, Gemma Pinto, Dulceida y María Pombo. Y, cómo no, sus paisajes naturales parecen ser, también, lugares de moda para acoger el turismo de bodas que ha eclosionado en los últimos años con la celebración de matrimonios como el de la estilista y creadora de contenido Mónica Anoz e Ignacio Álvarez Sanjuan y el de la actriz Belén Écija —hija de Belén Rueda y Daniel Écija— y Jaime Sánchez.
Viajes a Menorca que todos estos famosos —y otros— hacen construyendo un escaparate publicitario que transforma la Isla al proyectar una imagen de estilo de vida, para muchos, aspiracional. Suites premium con vistas al mar, salidas en barco privilegiadas, experiencias culinarias de lujo... Para sus millones de seguidores, Menorca deja de ser solo un destino turístico y se convierte, también, en un símbolo de estatus.
Un tipo de publicidad que tiene un efecto directo y que dispara la demanda. Hoteles exclusivos, only adults y boutique. Alojamientos vacacionales a precios prohibitivos para muchos... Todo se encarece y se transforma. La isla de la calma, tranquila y reservada se convierte en un lugar cada vez más expuesto, codiciado y, por ende, masificado. Las consecuencias son ya visibles. Frente al beneficio económico que la situación genera, existe el riesgo de que Menorca deje de ser esa isla de la calma y se convierta en un plató estacional para alimentar redes sociales.