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El llaüt consciente

Suelto amarras

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Eiii usted, sí, tú lector, ¿estás ahí? ¿Me puedes leer? Es que los Llaüts no estamos demasiado acostumbrados a que nos lean. Soy el «Pupimar», un viejo aunque renovado llaüt que surca las aguas de Menorca desde hace ya unos años. ¡Y ya no puedo más! Navegar y no poder expresar lo que siento con cada caricia de este Mediterráneo cada vez más enterrado que a penas atisba destellos de preciada luz. Pretendo haceros llegar aquello con lo que me encuentro. Lo primero, y como casi todos mis tocayos, ya sean llaüts, motoras o veleros, hemos sufrido problemas serios para ubicarnos y poder descansar. Pocos puertos, pocos amarres, muchos barcos. Cada vez más. Cambios de concesiones, disputas entre instituciones, asociaciones náuticas me han tenido mareado hasta la fecha. Todo luchas, todo poder, todo dinero, casi todo ambición. Casi me quedo en tierra, en dique seco. Un triste final para un llaüt romántico y absolutamente emocional. Me duele ver cómo a embarcaciones que llevan toda su vida en su puerto se les puede escapar su vida de mar, su vida de verano, su vida. Más auténtica y genuina por un tema de especulación, de alza de precios y de quizá mucho más que un humilde llaüt no es capaz de discernir. En fin; David contra Goliat.

Con todo ese calentar motores suelto amarras y al fin salgo a navegar en el anhelado verano. Recorro el puerto de Mahón a punta de gas, y... ¡zasca! Ya tengo la primera en la frente. Pasado Es Castell (yo ya estaba soñando con una pomadita al regresar en Calesfonts) se me cruza la primera lancha de alquiler sin patrón a toda leche. ¡Mira que tengo años y no hay forma de que estos recién llegados a la mar me respeten!

«Ei, que tengo más de medio siglo de vida, madera por doquier y sa calma por lema de vida pero chicos, no hace falta que me peguéis este meneíto a la primera!

Avisto las balizas que marcan la salida del puerto, justo antes de encarar la que me queda a babor para poner rumbo norte, hacia Es Grau, de golpe me marcan un exterior cual moto GP al minuto uno de poder acelerar. Solo le faltó plegar, aunque a punto estuvo de conseguirlo. Me cae el segundo meneo del día. Olas que me pillan por banda y desmoronan mi ilusión de paz a principios de julio. «Eixxxx nen, on vas?» («Ei chaval ¿a dónde vas?», me sale de mis entrañas a pesar de mi supuesta «sa calma». El pedazo de lancha dorada cual estrella de una galaxia    etérea desaparece en el horizonte. No tengo tiempo de recomponerme cuando un buque turístico me alcanza por babor. Me aparto un poco… más olas. Me aproo a ellas para tratar de no seguir dando bandazos, doy gas. Alcanzo mis 8 nudos. ¡Vuelo! En nada se me viene encima un pedazo yate de 30 metros con tripulación uniformada e impecable en proa divisando la preciosa vista del espectacular puerto de Mahón, casi colocados en formación alrededor de los que supongo son los propietarios. Están tan entusiasmados con la visión que parece dejan de ver algo también típico y auténtico de las islas: los llaüts, concretamente a mí. No tengo más remedio que salir de su trayectoria. Madre mía, y esto no es más que el inicio, la salida del puerto, de ese puerto que amo, y amamos tantos llaüts como yo. Muchos construidos aquí mismo.

Acabo de salir... y ya estoy agotado. El verano acaba de comenzar, ¡paciencia! Me digo... Pongo rumbo a Illa d’en Colom. A ver què me encuentro por allí. ¡Os espero!

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