Mal asunto, empezar a defenderse de una acusación judicial diciendo «No podrán probarme nada», como hizo el famoso exministro de Hacienda, con Aznar y con Rajoy, Cristóbal Montoro. Eso solo se puede decir al final, y como desahogo si ya está todo perdido, porque no solo el mundo está lleno de delincuentes y criminales a los que nunca se pudo probar nada, sino que esa frase, muy repetida en las pelis, lejos de defender al acusado y por lo que tiene de desafío, solo incita a buscar dichas pruebas con más tesón. Es preferible usar los clásicos «No sé de qué me están hablando», «No me acuerdo de nada», «Todo es falso», «Esto es una sucia maniobra política», «La víctima soy yo», o incluso como el gánster de «Con faldas y a lo loco», «Yo estaba en la ópera viendo Rigoletto». En el peor de los casos, es preferible limitarse a encogerse de hombros antes que utilizar el viejo estribillo retador de que no podrán probarme nada, que si no recuerdo mal, ya usó Matas, entre otros. Al menos al principio, en fase de investigaciones y cuando aún está lejos la vista judicial del caso. Es de mal efecto y puede dar la impresión de que el acusado confía más en la falta de pruebas que en su integridad personal, lo que resulta poco estético. No hay por qué dar ventajas al contrario si te estás defendiendo. El señor Montoro, que tanto sabe, debería saber que no conviene ponerse farruco tan pronto, que para las fanfarronadas siempre hay tiempo, y es mejor dejarlas para el final, si finalmente estás perdido. Ahí una mirada desafiante y una sonrisita despectiva, sí que resulta muy estética, a veces hasta redentora. Eso también lo sabemos por las películas. El señor Montoro se ha precipitado exhibiendo antes de tiempo su último cartucho, la falta de pruebas, y claro, ahora su defensa será más difícil. Aunque él mismo ya nos ha hecho saber que este detalle le trae sin cuidado. A él qué.
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