El sistema autonómico en la Constitución de 1978 es un modelo abierto. La Constitución no dice que las autonomías deban tener las mismas competencias o unas reglas de financiación iguales. Puede haber un modelo simétrico o asimétrico, ambas opciones son perfectamente posibles y válidas. Si vamos al fondo del tema conviene no perder de vista el por qué de las cosas. El reparto territorial del poder tiene su origen en la voluntad de encauzar uno de los grandes problemas de España como es la articulación de la pluralidad. Y la pluralidad, a menudo, requiere soluciones diferentes para realidades diferentes. La homogeneidad y la uniformidad son ideas propias de un estado centralista e impropias de un estado complejo y plural. La insularidad, por ejemplo, requiere un tratamiento y un enfoque específico.
La singularidad de las políticas públicas muchas veces es la solución más justa porque es la única manera de abordar determinados hechos diferenciales. Considerar que una nueva singularidad en el sistema de financiación rompe España es pura demagogia. País Vasco y Navarra tienen el concierto y partidos, que ahora ponen el grito en el cielo, lo han aplaudido y asumido. El Govern Balear en lugar de azuzar el conflicto lo que debería hacer es plantear qué defiende para que Balears deje de ser siempre el paganini.